James Salter. Foto: Archivo
Tal vez resulte excesivo incluir a James Salter en la lista de autores de culto norteamericanos junto a Burroughs, Pynchon, Roth, y el más reciente Palahniuk…, pero la admiración que por él han mostrado y demostrado un buen número de novelistas -según Richard Ford es "el maestro"- no se corresponde con la popularidad de su legado narrativo.Se acaba de publicar El arte de la ficción, una recopilación de las tres conferencias que pronunció en la Universidad de Virginia pocos meses antes de fallecer en el 2015. Es la primera de ellas la que da título al volumen; las otras dos: "Escribir novelas" y "Convertir la vida en arte". Los títulos reflejan con fidelidad el contenido de la obra, y esta reseña bien pudiera escribirse reproduciendo una selección del amplio número de ingeniosas e ilustrativas citas que jalonan el contenido: "Ser escritor es estar condenado a corregir" (p. 32); "No sé de dónde sale el afán de escribir. No creo que sea innato, pero llega pronto" (p. 37); "Tu lengua es tu patria [según Léautaud]. He pensado mucho sobre esa cuestión, me parece que prefiero darle la vuelta: tu patria es tu lengua." (p. 66); y abundando sobre este tema, "La lengua, que baqueteamos a nuestro antojo -no hay guardianes que la protejan-, es sin embargo una pieza importante, casi sagrada. La lengua lo sostiene y lo contiene todo." (p. 103). Y la más rotunda y definitiva de todas ellas: "El estilo es el escritor en su totalidad". (p. 31).
Los tres ensayos-conferencias son una auténtica delicia y debieran figurar como lectura obligatoria en los talleres de creación literaria (a los que, dicho sea paso, dedica unas páginas). La narración en primera persona los dota de una fuerza empática difícil de encontrar en entregas de similar temática. Están escritos en un estilo sencillo, preciso, y con una claridad que pone en entredicho a quienes convierten la complejidad en aliado de la calidad. La lectura resulta fácil y apasionante; hacía tiempo que no experimentaba el placer de enfrentarme a una lectura que me ha resultado imposible abandonar una vez iniciada.
Logra también mantener el equilibrio entre el rigor académico y la proximidad personal hasta el punto de sentirnos partícipes de sus propias confesiones. En algunos pasajes incluso nos sentiremos cómplices de sus mismas tribulaciones al exponer las dificultades de quienes abordan por primera vez la tarea de escribir una novela. "Voy a intentar hablar sobre escribir novelas" (p. 45) confiesa en el inicio del segundo ensayo. Sin embargo tal afirmación resulta un tanto imprecisa, pues en cierta forma lo que aborda en este ensayo, como en los otros dos, son los planteamientos -y en algunos casos temores- que se hace todo escritor al enfrentarse a una cuartilla en blanco. Ya se ha mencionado la importancia que le da al estilo y al lenguaje, pero aborda todo cuanto tiene que ver con el proceso creativo: la extensión, el punto de vista, los detalles que incorporados en la historia -"Todo está en los detalles" (p. 39)-, la elección de la "palabra perfecta"… y todo ello ilustrado con ejemplos de un buen número de autores, la mayoría de ellos norteamericanos, pero también franceses, alemanes y rusos; de la literatura en español menciona únicamente a García Márquez quien afirmaba que "Una de las cosas más difíciles [al escribir una novela] es el primer párrafo" (p. 46). También desgrana su propia experiencia como autor, desde el rechazo editorial en sus primeros intentos como escritor, hasta las postreras concesiones a los editores incluso siendo ya un reputado y reconocido autor.Los tres ensayos-conferencias de
Además de lo mencionado, el volumen nos ofrece sus particulares valoraciones de autores por todos conocidos. Entre el amplio número destacan sus valoraciones de Flaubert, a quien dedica especial atención, Nabokov y Bellow- no comparto que lo equipare con Isaac B. Singer-; y por supuesto William Faulkner.