Conan Doyle, entre Poe y Walter Scott
Aunque nunca haya pasado una sola página de sus famosas aventuras, sería raro encontrar a alguien que no conociera a Sherlock Holmes. Desde su nacimiento a finales del siglo XIX, el intuitivo y ambiguo detective se ha convertido en auténtico icono cultural, ostentando el récord Guiness de personaje de ficción más veces adaptado al cine, donde debutó en el año 1900. Es tanta la fama de Holmes, que incluso en su época su fama llegó a opacar a su creador, el prolífico y polifacético Arthur Conan Doyle (1859-1930), que si bien alcanzó una inmensa popularidad gracias al investigador, mantuvo con él una intensa relación de amor y odio debido precisamente a ella.
Sin embargo, menos de un veinte por ciento de sus esfuerzos literarios fueron dedicados a su célebre detective. La bibliografía de Conan Doyle se compone de un exuberante conjunto de obras de toda índole, desde relatos de fantasía, horror y ciencia ficción, hasta novelas históricas, obras de teatro, crónicas y poesía. Para reivindicar este legado, así como la rica vida de uno de los grandes intelectuales británicos a caballo entre el siglo XIX y el XX, paradigma de la época victoriana junto a Chesterton, Kipling, Stoker o Stevenson, el biógrafo Eduardo Caamaño (1972), que ya había desvelado los secretos de Manfred von Richthofen (el Barón Rojo) y de Harry Houdini, publica Arthur Conan Doyle (Almuzara), la primera biografía en español del escritor, que abarca todos los frentes de su apasionante vida. De hecho, Caamaño descubrió al padre de Sherlock Holmes mientras preparaba su libro sobre el ilusionista, amigo del novelista hasta que el espiritismo les separó.
Descendiente de una antigua familia irlandesa pero nacido y criado en Edimburgo, que todavía experimentaba las secuelas de la Ilustración escocesa, Conan Doyle sufrió una triste y dura infancia debido al grave alcoholismo y las profundas depresiones de su padre, pero siempre se interesó por la cultura y la literatura. Tras estudiar gracias al apoyo de sus tíos, cursó para complacer a su madre la carrera de medicina, que sería durante años su profesión y le proporcionaría varios elementos clave en su futuro de escritor. Tras trabajar como médico en varias expediciones navales, lo que se refleja en algunos escritos, y una vez establecida su consulta en Londres, el poco éxito le empujó a escribir en las horas muertas para completar sus escasísimos ingresos. "La escritura aparece de forma muy paulatina. En sus ratos libres, que eran bastantes, iba escribiendo relatos y enviándolos a algunas revistas", explica Caamaño. De hecho, en su relato corto, El paciente residente, Conan Doyle se describe a sí mismo en un médico joven con problemas para llegar a fin de mes por la falta de pacientes. "Por supuesto, recibió muchos rechazos, pero poco a poco empezaron a aceptarle algunos cuentos".
"Sherlock Holmes era para Conan Doyle un relato más, pero la fama del personaje se le fue de las manos". Eduardo Caamaño
A pesar de escribir estos cuentos de diversa temática, las ambiciones literarias de Conan Doyle trascendían la publicación de relatos en prensa hasta alcanzar grandes novelas históricas como Micah Clarke (1888) o La Compañía Blanca (1891). "Conan Doyle siempre quiso ser un autor de alta gama. Sus referencias eran Charles Dickens, su amigo Stevenson y especialmente Walter Scott, el padre de la novela histórica, que fue el primer autor que tuvo una verdadera carrera internacional. Él quería ser uno de esos grandes nombres de la literatura británica", sostiene Caamaño, que sin embargo reconoce que el escritor también era lector asiduo de "los relatos de Poe o Wilkie Collins, precursores del detectivismo y el género policiaco".
Matar al detective
Influido por éstos, "un día se le ocurrió la idea de Sherlock Holmes, que en principio sólo era para él un relato más sin mayor trascendencia. Pero se le escapó de las manos". Sherlock Holmes no fue un bombazo al principio, pero en poco tiempo se convirtió en un éxito popular que hizo de Conan Doyle el autor mejor pagado de su época. "Él nunca quiso ser el autor popular de historietas por entregas en las revistas, sino un narrador de altura literaria. Pero los lectores y editores querían más y más Sherlock Holmes hasta que tuvo que matarlo en 1893, porque no lo soportaba. Siempre decía que le robaba tiempo para otros proyectos", destaca el biógrafo.
La fama de Conan Doyle le sirvió para dedicarse por entero a la literatura, y también para dar rienda suelta en la prensa a otra importante faceta de su persona, su apasionado amor por el Imperio británico. "Tenemos que ponernos en contexto. Conan Doyle crece en la época victoriana, los años de la gran expansión colonial, y es un británico de pura cepa por convicción. Estoy seguro de que si estuviera vivo hoy defendería el Brexit con uñas y dientes", especula Caamaño. Lo cierto es que el escritor comenzó a publicar inflamados artículos de prensa defendiendo ciegamente al Imperio, estuvo en muchos debates, hizo incursiones en política y arriesgó su vida como corresponsal en el frente de tres sangrientos conflictos, como la Guerra de los Bóeres en Sudáfrica, sobre la que publicó un ensayo.
Apunta Caamaño que "Conan Doyle quería ser Walter Scott, pero está más cerca de J. K. Rowling. Sin embargo, supo motivar a la juventud a leer"
"También en estos años ejerció como detective real, pues colaboró en la resolución de algunos de los crímenes más sonados de su tiempo con sus conocimientos médicos, y alcanzó el estatus de personaje público como Harry Houdini, H. G. Wells, u Oscar Wilde. A nivel literario, Conan Doyle se lanzó con pasión a explorar multitud de campos: novela policiaca, histórica, de aventuras, de ciencia ficción... "Profundizó en el terreno histórico narrando aventuras de arqueros y soldados medievales, como en Sir Nigel, y creó obras magníficas de ciencia ficción, como El mundo perdido, en la que se inspira Jurassic Park, y que ya tuvo una película cuando él todavía estaba vivo", apunta Caamaño. También abordó temas sobrenaturales, una corriente ineludible en la novela victoriana. "Este interés por los fantasmas y el espiritismo estaba muy relacionado con la Segunda Revolución Industrial, en parte, porque en aquella época empezaron a aparecer aparatos muy novedosos que la gente nunca había imaginado, como los Rayos X. El espiritismo era una potente moda desde finales del siglo XIX, la sociedad ya creía que los espíritus existían, la cuestión era cómo contactar con ellos, encontrar un medio de comunicarse, que es lo que explora Conan Doyle en sus escritos", defiende el biógrafo.
Con este eclecticismo sin complejos como bandera, su obra narrativa abarcó un rango tan amplio que superó el de cualquier escritor de su generación, pero de nuevo en su camino se cruzó la ineludible figura de Sherlock Holmes, a quien tuvo que resucitar incapaz de soportar ya la presión popular. "Aguantó toda una década antes de revivirlo, pero tras mucho resistirse y recibir incluso varias amenazas, su editor le hizo una oferta financiera tan apetecible, tan irreal, que se rindió".
Un legado inesperado
Así continuó alternando al detective entre sus obras hasta la gran debacle que supuso la Primera Guerra Mundial, que marcaría definitivamente los últimos años del escritor. "Mucha gente cree que Conan Dolyle empezó a interesarse por el espiritismo después de la Gran Guerra, y no es extraño, pues perdió a 12 familiares, entre ellos a su hermano y su hijo. "Sin embargo", puntualiza Caamaño, "aunque ya había abordado el tema anteriormente, es cierto que la guerra le llevó a abandonar todo, incluso su carrera literaria, para invertir su tiempo y su dinero en el mundo espiritista", reconoce Caamaño. Este radicalismo le llevó a enfrentarse con amigos como Houdini y con buena parte de la sociedad, que no vio con buenos ojos que se erigiera como la gran voz del espiritismo mundial. "Se tuvo que enfrentar con muchísima gente, pues había un sector intelectual que creía que aquello era todo una burla. Pero también había científicos y filósofos que lo tenían como algo serio".
Sin dejar de escribir, pero ya centrado en obras sobre espiritismo, Conan Doyle fallecería como una figura muy reconocida, pero a nivel literario, al contrario de lo que quería, su nombre solo es hoy recordado por Sherlock Holmes. Sirva como ejemplo que en Edimburgo, que alberga el mayor monumento dedicado a un escritor, levantado en honor de Waltrer Scott, frente a la casa de Conan Doyle se halla una estatua dedicada a... Sherlock Holmes. "El detective es realmente su legado popular y es algo muy triste, porque es lo contrario de lo le hubiera gustado. Conan Doyle quería ser Walter Scott o Charles Dickens, pero está más cerca de J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter", reconoce Caamaño. Sin embargo, el biógrafo apunta un matiz importante, una herencia que quizá hiciera sonreír un poco al escritor. "Podemos tener la ambición de convertirnos en clásicos, pero Conan Doyle tuvo un gran mérito, motivar a la juventud a leer", apunta rotundo. "Muchos chavales hoy dejan la Play y la tableta para leer a Sherlock Holmes, y es un gran triunfo de Conan Doyle haber motivado a muchas generaciones a la lectura".