Ryszard Kapuscinski (Pinsk, 1932-Varsovia, 2007) es un auténtico testimonio del oficio de reportero, hoy en peligro de extinción. En la biografía Cenizas y fuego: crónicas de Ryszard Kapuscinski la traductora y doctora en Filología Eslava Amelia Serraller Calvo (Madrid, 1983) destila la esencia del polaco adentrándose en los múltiples avatares de su vida y en su evolución literaria.
Serraller desgrana las claves para entender la concepción periodística de Kapuscinski basada en una mirada solidaria de la realidad, el contacto directo con las fuentes y la presencia real en el lugar de los hechos. De esto es reflejo el constante periplo del reportero, que de los años 60 en adelante recorrió infinidad de paí-ses del Tercer Mundo relatando guerras, golpes de Estado y revoluciones en Asia, Europa y América, así como el fin de los imperios coloniales de África.
"En el Tercer Mundo hay que tener una de estas dos cosas, o tiempo, o dinero", es una de sus más famosas máximas, igual que aquella que reza: "Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante". Este creciente desencanto profesional llevó al autor a refugiarse cada vez más en la literatura haciendo, como explica Serraller, un tránsito de corresponsal a ensayista cuya proyección internacional le situó a las puertas del Nobel y expandió su influencia a todo el mundo.
Sin embargo, la figura de Kapuscinski también cosechó amplias críticas que la autora no elude en la biografía, incluidas la acusación de espía por haber triunfado en la Polonia comunista y el cuestionamiento de la veracidad de sus reportajes, tachados de imprecisos y cada vez más literarios. Aunque la biógrafa destaca el rigor intelectual y profesional del polaco.
Serraller cierra esta nutrida crónica de crónicas con una joya, una entrevista a su viuda, Alicja Kapuscinska, en la que defiende el papel de su marido en las protestas anticomunistas, tratando de disipar los dañinos y póstumos rumores que no deben empañar el legado de uno de los mayores periodistas del siglo XX. Aquel que nos dijo proféticamente que: "La ideología del siglo XXI debe ser el humanismo global, pero tiene dos peligrosos enemigos: el nacionalismo y el fundamentalismo religioso".
Maestro de periodistas y testigo directo de buena parte de la historia del siglo XX, la vida de
Serraller desgrana las claves para entender la concepción periodística de Kapuscinski basada en una mirada solidaria de la realidad, el contacto directo con las fuentes y la presencia real en el lugar de los hechos. De esto es reflejo el constante periplo del reportero, que de los años 60 en adelante recorrió infinidad de paí-ses del Tercer Mundo relatando guerras, golpes de Estado y revoluciones en Asia, Europa y América, así como el fin de los imperios coloniales de África.
"En el Tercer Mundo hay que tener una de estas dos cosas, o tiempo, o dinero", es una de sus más famosas máximas, igual que aquella que reza: "Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante". Este creciente desencanto profesional llevó al autor a refugiarse cada vez más en la literatura haciendo, como explica Serraller, un tránsito de corresponsal a ensayista cuya proyección internacional le situó a las puertas del Nobel y expandió su influencia a todo el mundo.
Sin embargo, la figura de Kapuscinski también cosechó amplias críticas que la autora no elude en la biografía, incluidas la acusación de espía por haber triunfado en la Polonia comunista y el cuestionamiento de la veracidad de sus reportajes, tachados de imprecisos y cada vez más literarios. Aunque la biógrafa destaca el rigor intelectual y profesional del polaco.
Serraller cierra esta nutrida crónica de crónicas con una joya, una entrevista a su viuda, Alicja Kapuscinska, en la que defiende el papel de su marido en las protestas anticomunistas, tratando de disipar los dañinos y póstumos rumores que no deben empañar el legado de uno de los mayores periodistas del siglo XX. Aquel que nos dijo proféticamente que: "La ideología del siglo XXI debe ser el humanismo global, pero tiene dos peligrosos enemigos: el nacionalismo y el fundamentalismo religioso".