Los ingredientes que entran en el libro no pueden ser más distintos. Al amparo de que hoy nadie reclama pureza alguna a los géneros literarios, Expósito escribe una obra narrativa (digámoslo de este modo simple) en la que confluyen el diario, la autobiografía, el relato de viaje, la guía turística, la información histórica, el apunte costumbrista, el comentario histórico y la semblanza literaria. Todo ello se encaja en la crónica de una peregrinación que el autor realizó con otros 14 acompañantes, seglares y religiosos, a Tierra Santa en marzo de 2017. El circuito se demora en los puntos emblemáticos de la trayectoria vital de Jeshua (pues se menciona a Jesús con su nombre arameo): de Nazaret o Belén a Jerusalén. Y se recurre a datos bíblicos y evangélicos tomados con valor historiográfico, no legendario.
La narración viajera establece un diálogo continuado con Melville. Expósito se dirige al autor de Moby Dick confianzudo (Herman, le llama), le interpela y cita poemas y pasajes del viaje que realizó a los Santos Lugares en 1857. El coloquio no resulta artificioso ni forzado porque se da entre ambos el paralelismo de realizar una expedición epifánica, el atormentado escritor americano en busca de una restauración de desequilibrios psicológicos y el madrileño tras la felicidad espiritual que el creyente corrobora en los escenarios históricos de su fe.
La crónica resalta los bien empleados sacrificios físicos de los romeros porque no son excursionistas sino sujetos de una experiencia espiritual entre la creencia religiosa y la iluminación mental en busca de la paz del corazón. El itinerario es motivo de reafirmaciones de cristianismo en un entorno que impulsa la fraternidad entre los peregrinos y arrebatos emocionales al contemplar los escenarios sacrosantos. Al final, se produce la plenitud de una conquista interior pletórica.
La explícita confesionalidad de Francisco Javier Expósito se enfrenta al reto lector de quienes no compartimos una visión espiritualista tan acendrada del mundo. No constituye sin embargo un obstáculo disuasorio porque el ágil, emotivo, denso y culto reportaje desemboca en la eterna aventura humana de encontrar al hombre interior, sea creyente en una fe positiva o no.