Submarino ruso B-59, que estuvo a punto de desencadenar la guerra nuclear en 1962
La llamada guerra fría fue un tenebroso problema del pasado -un pasado muy próximo- pero también un asunto que en cierta medida sigue gravitando sobre nuestro mundo y, sobre todo, nos interpela sobre la fragilidad nunca resuelta del orden mundial. Precisamente se ha desvelado en estas últimas semanas un enigma del período, uno de los controvertidos magnicidios en una época de resonantes atentados políticos (Gandhi, los Kennedy, Luther King, Ché Guevara, Anwar el Sadat...). Me refiero al asesinato en 1961 del secretario general de la ONU, el sueco Dag Hammarskjöld, cuando intentaba mediar en la crisis de Katanga (guerra del Congo). Algo más que una anécdota, que solo puede entenderse en toda su dimensión adoptando el enfoque universal que caracteriza este libro.Odd Arne Westad (1960), un historiador noruego que trabaja en la Universidad de Harvard, se plantea como ambicioso objetivo, ya desde el propio título, analizar la guerra fría como un conflicto a escala planetaria, con todo lo que ello implica. Se dirá que eso fue realmente, una auténtica guerra global de dominación de países y zonas de influencias, pero lo cierto es que con frecuencia los historiadores focalizan determinados escenarios (Berlín, Corea, Cuba, Vietnam) y difuminan el resto. Animado del antedicho propósito globalizador, Westad da incluso un arriesgado paso más, que puede sorprender al lector no avisado y que constituye la impronta distintiva de esta obra: presenta la guerra fría como una pugna que, lejos de quedar circunscrita a la segunda mitad del siglo XX, abarca toda la centuria y aún deja sentir sus últimos coletazos en los albores de nuestro siglo.
Por decirlo con claridad, este libro es mucho más que el mero relato factual de lo ocurrido en las cuatro décadas largas posteriores a 1945. Westad construye una compleja obra que casi puede leerse como una historia general del siglo XX, siempre que la entendamos como una historia política en sentido clásico, porque aquí las consideraciones de tipo social, económico o cultural se supeditan al diseño del marco geoestratégico. El autor enfatiza que la guerra fría no solo fue la confrontación entre las superpotencias triunfantes de la II GM, EEUU y la URSS, sino un conflicto bipolar por el dominio mundial que se fue gestando desde mucho antes entre dos grandes sistemas socioeconómicos (libre mercado versus planificación) y dos grandes concepciones ideológicas, capitalismo y socialismo. Por ello necesita una amplia perspectiva histórica que abarca desde los grandes procesos de transformación de fines del XIX e inicios del XX (entre estos últimos, la participación estadounidense en la I GM y la revolución de 1917) hasta la alianza de soviéticos y norteamericanos en la lucha contra el III Reich.Westad construye una compleja obra que casi puede leerse como una historia política general del siglo XX
Los primeros capítulos de este largo y denso ensayo se demoran en dichos prolegómenos y luego perfilan los rasgos políticos del escenario internacional que emerge tras el armisticio. Hay que esperar hasta el capítulo sexto para que se aborde el primer gran conflicto del período -la guerra de Corea- y, aun así, se percibe que al autor le interesa tanto explicar el contexto general del país como los hechos concretos que suceden a partir de 1950. La misma tónica se percibe en los cuatro capítulos siguientes, dedicados al análisis de las estructuras políticas predominantes en cada uno de los bloques, al examen del sistema implantado por Mao en China y a la evolución del Tercer Mundo y la descolonización.
Aborda luego los años sesenta, mucho menos prodigiosos desde su óptica, pues suponen uno de los momentos más delicados de una tensión que a punto estuvo de la hecatombe nuclear (Kennedy, Jruschov y la crisis de los misiles). Luego llega Vietnam, la gran prueba de fuego del coloso norteamericano, mientras que la URSS de Brézhnev se hunde en una imparable decadencia que solo admite la liquidación (Gorvachov). En unas conclusiones rigurosas y ponderadas, Westad admite que los soviéticos fueron los grandes derrotados, cuestiona con buenos argumentos la gestión que hizo Estados Unidos de su indudable triunfo y dibuja los desafíos posteriores a la guerra fría, pero herederos de ellos, como el nuevo escenario asiático y China como potencia del futuro.