“Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”, escribía Simón Bolívar (1783-1830) pocos meses antes de su muerte, presa de la desesperanza y la frustración por el devenir político de la revolución. Sin embargo, como defiende el investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la UNED Carlos Malamud (Buenos Aires, 1951), el militar y político fue “más un hombre de su tiempo que un visionario. Y más específicamente un hombre de acción. Es absurdo buscar a un solo Bolívar, una sola posición política o ideológica a lo largo de su vida. Pero eso no le quita un ápice a la grandeza de su gesta”.
Una gesta de la que han querido apropiarse muchos, específicamente ciertos líderes la llamada revolución bolivariana, que ha revestido a Bolívar “de una serie de atributos políticos e ideológicos extemporáneos para poder convertirlo en el máximo profeta de la integración latinoamericana y del socialismo del siglo XXI”. Una visión disparatada que Malamud combate en El sueño de Bolívar y la manipulación bolivariana (Alianza), un recorrido por el pensamiento del Libertador, especialmente su idea sobre la unidad americana, y la demostración de cómo éste ha sido falsificado a lo largo del siglo XX por intereses políticos.
Pregunta. Hace meses criticaba en El Cultural dos aproximaciones a la figura de Bolívar por “maniqueas”. ¿Cómo definir a un personaje tan poliédrico?
Respuesta. Quien quiera presentar una imagen única de Bolívar se equivoca. Su correspondencia y discursos no son la obra de un intelectual, sino la de un luchador que quiere cambiar el mundo. Su legado permite asomarnos a un fin de época, al colapso de un imperio secular. En su lugar emerge la necesidad de construir nuevas repúblicas con vocación democrática. Aquí Bolívar juega un papel clave, a veces con posiciones más dialogantes, otras más radicales. Hay momentos en que confía en la democracia y otros en los que es partidario de presidentes vitalicios. De ahí que, salvo manipulación flagrante, sea imposible presentar a Bolívar como el gran precursor del socialismo. Ni siquiera fue un precursor de la integración regional tal como la entendemos hoy en día. Su máxima aspiración fue reconstruir el viejo Imperio español que había implosionado tras la independencia.
Manipulando el pasado
P. Indaga en el libro en las falsificaciones de Bolívar esgrimidas por el chavismo y otros regimenes similares, ¿por qué estos líderes resucitaron el mensaje del Libertador?
R. La idea de presentar a Bolívar como el gran precursor de la unidad latinoamericana no es original del chavismo, viene de muy atrás y no es solo una utilización política, sino que hay por detrás todo un entramado intelectual y académico que respalda estos puntos de vista. Lo que intenta el proyecto bolivariano en su definición actual es construir un “relato” conveniente y para ello contar con el respaldo de figuras históricas como Bolívar, Martí o Sandino es fundamental. En el imaginario colectivo latinoamericano el influjo de ciertos personajes del pasado, los héroes que forman parte del Panteón nacional, tiene una presencia muy particular.
“Muchos proyectos políticos, el chavismo no es el primero, han dotado a Bolívar de atributos extemporáneos para convertirlo en profeta”
P. Advierte constantemente sobre los problemas de confundir independencia e integración, ¿cuáles son?
R. Se trata de dos momentos históricos diferentes que responden a lógicas distintas. A comienzos del siglo XIX se trataba de romper los lazos con la metrópoli, España, al tiempo que sentar las bases de una nueva identidad. En vez de una sola identidad, la de españoles americanos, hubo que construir en su lugar otras múltiples y diversas: la argentina, la peruana, la mexicana… Se trataba de un proyecto en marcha y de resultado incierto. Por eso, hacer una lectura desde el presente mirando al pasado, buscando de forma lineal la justificación de un proyecto político, debe ser criticado.
P. Bolívar y sus contemporáneos fracasaron a la hora de crear un gran Estado, ¿lo lograran proyectos similares como ALBA, UNASUR, CELAC ?
R. Parecen encaminados al mismo fracaso. Buena parte de las instituciones que debían ser el eje del proyecto de integración bolivariano, como las citadas, atraviesan una crisis terminal. La misma idea del bolivarianismo pasa por un mal momento. Su utilización cayó en desgracia y quienes ayer se ufanaban de ser bolivarianos hoy se presentan solo como “progresistas”, intentando encubrir un pasado que provoca más de un rubor. Durante las guerras de Independencia muchos, como Bolívar, buscaban la unidad de las antiguas colonias para oponerse más exitosamente a los planes militares españoles de reconquista de América. La integración regional es otra cosa, e implica más cooperación, más diálogo, más construcción de instituciones supranacionales.
¿Un futuro unido?
P. Una alianza económica fue el germen de la actual Unión Europea, ¿es imposible pensar en un futuro similar para América Latina?
“La integración de América latina es difícil por los excesos de retórica y nacionalismo y el déficit de liderazgo”
R. La comparación entre los procesos de integración de Europa y América Latina solo conducen a la melancolía.Hay grandes obstáculos que dificultan la integración latinoamericana. Simplificando mucho, los excesos de retórica y de nacionalismo y el déficit de liderazgo. Ni Brasil ni México, las dos grandes potencias regionales, quieren asumir el papel que les corresponde. El exceso de retórica está muy vinculado al pensamiento mágico. Basta ver quienes son los padres fundadores europeos (Jean Monnet, De Gasperi, Schuman o Churchill) y cuales los latinoamericanos (Bolívar, Sandino o Chávez).
P. En este 2021 se cumplen los bicentenarios de las independencias. ¿200 años después, qué motivos hay de celebración y de arrepentimiento sobre el estado actual del continente?
R. Entre 2008 y 2012 tuvo lugar una primera oleada de celebraciones de las Independencias. Era el momento de mayor esplendor del proyecto bolivariano liderado por Chávez, pero fue totalmente imposible programar una celebración continental, solo se pudieron realizar diferentes festejos nacionales. Las nuevas celebraciones deberían partir de la realidad, tan compleja y contradictoria siempre, sin la intención de imponer una visión sobre las otras. La independencia fue una dolorosa ruptura tanto para los españoles europeos como para los españoles americanos. Las dos partes perdieron algo y tuvieron que construir su futuro sin el concurso del otro. Creo que ha llegado el momento de facilitar el diálogo y el entendimiento, pero para ello hay que bajar las banderas que nos separan e incorporar al otro como parte de uno mismo.