Vuelve el escritor Alberto Manzano (Barcelona, 1950) a demostrar que el rock y sus protagonistas dejaron algo más que
habitaciones destrozadas, bonitos cadáveres y regueros de LSD por los escenarios. Lo hizo con su Antología poética del rock (Hiperión) y lo vuelve a hacer ahora con este Aleluya en el que traza una ruta inexplorada por la espiritualidad de algunos de los más grandes nombres que ha dado el género. Los principales, Bob Dylan, Cat Stevens, George Harrison y Leonard Cohen (de este último amigo personal, biógrafo y traductor de sus canciones). Manzano nos conecta con cada uno de ellos y nos descubre, aunque parezca imposible a estas alturas, nuevas perspectivas de su peripecia humana y de su abisal obra.
Estas páginas, escritas con gran pulso pese a la ingente información destilada, deben su ritmo en buena parte a las letras que el autor salpica con criterio quirúrgico para mostrar la evolución espiritual de sus protagonistas. No tardamos en caer en las profundidades de sus misterios, que, en todos, van más allá de lo puramente biográfico. Manzano sabe de lo que habla. Los conoce muy bien y cada capítulo sería un libro en sí mismo si no fuera porque, como termina demostrando, tienen mucho en común. No tanto porque se conocieran y se relacionaran (ahí está la amistad entre Dylan y Harrison en momentos difíciles para ambos) sino porque su espiritualidad los convierte en seres excepcionales, unidos todos por la irrefrenable necesidad de romper, pese a tratarse de testigos de una época irrepetible, con la frivolidad de su entorno y con un destino –maldito en muchos casos– de fama y fortuna. Con Aleluya nos aventuramos en el submundo de unos creadores conocidos por el público solo por sus trazos más mediáticos. Manzano nos sumerge en una intimidad poco transitada y nos desvela, con una nueva mirada, la gestación de unas canciones cargadas de inteligencia y de poesía. El judaísmo, el cristianismo, el hinduismo, el islamismo o el budismo son, finalmente, una misma cosa para estos vates, un mismo exorcismo.
La traca final de este soberbio trabajo es para Patti Smith, Nick Cave, Suzanne Vega, Sinéad O’Connor, Van Morrison, Nico y el gran Johnny Cash. Todos curaron sus heridas, cuando no las abrieron, con la fuerza de su voz. Todos, como escribió George Harrison en el tema Any Road, siguen viajando sin principio ni final, sin nacimiento ni muerte, sin lados ni filos. Monumental.