Fue a comienzos de 2015, con sendos posts dedicados a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, cuando el filósofo, escritor y crítico literario Rafael Narbona (Madrid, 1963) comenzó en su blog Entreclásicos de El Cultural con la titánica y apasionante tarea de glosar semanalmente a la gran mayoría de los autores clásicos de la literatura universal. Más de un lustro ya afanado en tales lides han fructificado en una reflexión con la que abre su nuevo ensayo: “Los clásicos literarios son puntos de fuga hacia el infinito, hitos de la memoria colectiva que labran poco a poco el retrato de la humanidad”.
Con estas palabras abre Narbona su nuevo libro, El coleccionista de asombros (Negra Ediciones), una panorámica y enjundiosa selección de casi una treintena de autores en la que condensa su buen hacer a la hora de extraer hasta la última gota del jugo de escritores y obras que por una cualidad u otra han dejado un poso indeleble en la cultura universal. Para sus muchos lectores habituales poco hay que añadir sobre el desempeño de un autor que combina en estos ensayos, seleccionados y reelaborados para la ocasión —a los que añade cinco textos inéditos—, la gran lucidez del atento y desprejuiciado observador con la sagacidad del analista más punzante, a la par que empático.
Y es que Narbona, que puede tanto ocuparse de un escritor globalmente como de una obra específica, aúna en cada uno de estos textos lo sustancial de cada trayectoria vital y literaria con citas y fragmentos pertinentemente salpicados, y con una comprensión y sensibilidad de evidente corte humanista, además de enhebrar en cada uno de estos 27 relatos emociones, episodios o recuerdos de su propia vida. Así logra, como señala con acierto en el prólogo el escritor Eugenio Fuentes, airear y rescatar a las obras y autores elegidos “de ese ámbar que parece ir fosilizando a los clásicos”.
Clásicos para todos los gustos
Comentábamos al inicio que sus primeros textos fueron dedicados a los grandes representantes de la mística española. No es extraño, por ello, que se sumergiera en profundidad en esta rica corriente de pensamiento en su anterior obra, Peregrinos del absoluto (Taugenit), del que este nuevo ensayo es más que un pertinente complemento.
Sin embargo ahora, fuera de toda restricción, la selección de Narbona tiende al eclecticismo más absoluto, haciendo convivir en estas páginas a poetas como Sylvia Plath, Constantino Cavafis, Alejandra Pizarnik o Bécquer, de quien explora una cara oculta; a paladines de la mejor moralidad como Albert Camus, Hannah Arendt o nuestro ya por fin reivindicado Manuel Chaves Nogales; a espinosos y polémicos novelistas contemporáneos como Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa o Javier Marías o a campeones del nihilismo más desesperanzado como Thomas Bernhard y Pessoa. E incluso, marca absoluta de la casa, resucita para el lector a personajes de cómic como Tintín, Corto Maltés o Astérix, insignes forjadores a su juicio de los hoy nostálgicos sueños infantiles de más de una generación.
Como broche a este trasegar de vidas y obras que clama ya por una segunda entrega, de nuevo Narbona nos recuerda que “clásica es una obra que nos conmueve hasta el extremo de transformar nuestras vidas”. Y que todos los personajes de estas historias “han encendido los sueños de sucesivas generaciones, nos han revelado aspectos de nosotros mismos que desconocíamos y nos han ayudado a amar la vida, mostrándonos que la última palabra no corresponde al dolor, sino a la belleza”. Algo que seguirán haciendo cada vez que nos decidamos a abrir las páginas de los volúmenes que habitan, ansiosas siempre de encontrar un nuevo (o viejo) lector.