Cuando se conocieron, Begoña Méndez (Palma, 1976) pensó que Nadal Suau (Palma, 1980) era un “pijo estufado” y él la etiquetó de “moderna”. La primera cita no fue mejor: se trataba de un recital dedicado a Walt Whitman y ella le dio plantón… Pero hubo un segundo encuentro, que lo fue de verdad, y ahora, siete años después, ya casados ante el asombro de amigos y familiares, acaban de publicar El matrimonio anarquista (Hurtado & Ortega), un libro epistolar que revienta las costuras de la pareja y la escritura desde la pasión, la trasgresión y la verdad.

Pregunta. ¿Cómo nace El matrimonio anarquista?

Begola Méndez. Hay más de un momento germinal que explica la existencia del libro. Por un lado, yo llevaba años fantaseando con la idea de un intercambio epistolar con Nadal Suau, pero el proyecto no arrancaba porque nos faltaba el motivo que le diera sentido a nuestra escritura. Por otro lado, ocurrió que en 2018 el Museo de Arte Contemporáneo de Palma, Es Baluard, nos propuso formar parte del equipo de investigación en torno a la obra del escritor J.G. Ballard. Nuestra colaboración cristalizó en un fanzine que recogía los textos que Nadal Suau y yo habíamos escrito para la exposición Ballard Baluard. Este fanzine llegó a los editores Hurtado & Ortega y tras leerlo se pusieron en contacto con nosotros interesados en saber si teníamos alguna propuesta de escritura a cuatro manos. Inmediatamente y sin pensarlo apenas respondí que sí, que íbamos a escribir El matrimonio anarquista. El título nos sirvió para situar ética y estéticamente nuestra escritura, para explicitar desde dónde queríamos reflexionar sobre el amor y deseo, sobre la institución matrimonial y el poliamor, así como sobre los fortísimos vínculos que existen entre afecto, política y clase social.

P. Todo en el libro es rompedor y sorprendente, desde la elección del intercambio epistolar como artefacto narrativo y filosófico, a la reivindicación de la monogamia, la extrañeza y la escritura. ¿Es un efecto buscado, que comparten ustedes mismos quizás?

"Nadal Suau tiene un estilo feliz y curioso; escribe con espíritu aventurero, va y viene con alegría, sin miedo y sin prejuicios y por eso encuentra lo que otros no han sabido ver". Begoña Méndez

B.M. Es curioso cómo incluso las elecciones que nos parecen más originales y personales arrastran consigo el signo de los tiempos, y digo esto porque me parece que cada vez somos más los que abogamos por construir territorios de intercambio y de escucha lejos del ruido, la aceleración y la violencia. La epístola es tal vez el género literario que mejor habilita ese espacio de conversación tranquilo y respetuoso, esa comunicación en silencio que tanto necesitamos. No creo que sea casual que mientras nosotros estábamos ultimando El matrimonio anarquista Remedios Zafra publicara Frágiles, un ensayo escrito en forma de cartas, en torno a la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura. Y enlazo el título del ensayo de Zafra con la condición rompedora de nuestro libro: hay en él un tipo de fragilidad o, si quieres, un juego de equilibrios precario, que desestabiliza los límites de los géneros y que diluye las fronteras entre escritura y vida, pero es que necesitábamos esos borrados para poder construir, como dices, un artefacto literario capaz de vehicular pensamiento y narración, estudio de caso y voluntad de interpelar al lector.

Un matrimonio abierto en canal

N.S. ¡También las pensadoras Ingrid Guardiola y Marta Segarra han afrontado el período pandémico a través de una correspondencia, en un ensayo titulado Fils (Hilos) que estaría muy bien traducir al castellano! Por lo demás, el juego con las expectativas que generan los géneros, tanto los literarios como los identitarios, es consciente, pero no exactamente porque sea una estrategia, sino porque no sabríamos hacerlo de otro modo. Me divierte que un libro nuestro vaya a parar a secciones diferentes en cada librería, que sea Narrativa para unos y Sociología para otros. Y no solo me divierte: creo que la exigencia de etiquetar con precisión cada “producto”, ya sean los amantes en Tinder o el conocimiento en los departamentos universitarios, convierte nuestro mundo en algo crecientemente aburrido y opaco a cualquier novedad real. Así que la extrañeza es muy bienvenida en nuestra casa. 

P. ¿En qué sentido conciben su matrimonio como un gesto político?

B. M. Hace poco un lector querido me dijo que él no veía ademán político en estar casados sino en el atrevimiento de coger la institución matrimonial y abrirla en canal, observar sus claroscuros y ensayar maneras de convertir el compromiso amoroso en un acto emancipador. Y tal vez es cierto que, si nuestro matrimonio es político, lo es en lo literario. El matrimonio anarquista lanza interrogantes al espacio público con la intención de generar incomodidad, dudas, conversación. Estamos recibiendo respuestas lectoras de todo tipo; por lo general llenas de cariño, pero también reacciones airadas y eso está bien: significa que el libro funciona como un espejo que arroja luz sobre el lugar afectivo, pero también socioeconómico, del lector.

N. S. Una cosa es segura: nuestra mirada política no es nostálgica de nada, e intenta ser cómplice de las posibilidades transformadoras del presente. Dicho esto, creo que el reconocimiento de las propias contradicciones y la voluntad de operar en marcos de cercanía, son dos de las líneas políticas recurrentes en el libro.

El mercadeo de los cuerpos

P. ¿Y no es una contradicción que un matrimonio anarquista defienda la monogamia, en los tiempos del poliamor?

B. M. No tanto en realidad. Es cierto que la monogamia puede ser un territorio muy feo, un erial, pero también puede ser el antídoto contra el mercadeo de los cuerpos, contra la idea de capital erótico. No hay nada más anarquista que abogar por el fin de la lógica del trabajo, el dinero y el consumo; ese es el sentido que le damos a la defensa de la pareja monógama. Dicho esto, no tengo ni idea de cómo resolver los conflictos que se producen entre exclusividad y deseo.

"La escritura de Begoña es más peligrosa, dolorosa y enérgica de lo que un erizo pueda encarnar, pero su modo de escribir sí tiene algo de ese animal tan simpático" Nadal Suau

N. S. Estoy de acuerdo con Begoña, pero admitamos que el oxímoron del título es deliberado, y que responde sobre todo a un juego literario. Buscamos deliberadamente las paradojas. Y a partir de ellas, ofrecemos dos miradas que no tienen respuestas, solo intuiciones. Gabriela Wiener me comentó un día que ella distingue monoamor de monomierda, lo mismo que poliamor de polimierda, un modo muy divertido de poner el acento en el amor más que en la cantidad de gente involucrada.

Una de las claves de esta pareja es que ambos han preservado su “habitación propia” donde leer, escribir, trabajar, con sus propios horarios, ritmos y costumbres, a veces incompatibles. A fin de cuentas, comenta Nadal “en un matrimonio, como en cualquier relación social del tipo que sea, la igualdad real de las condiciones de cada miembro es el requisito imprescindible para que surja una libertad también real”.

Erizos y zorras

P. A lo largo del libro usan la distinción entre erizos y zorras para definir su relación y su manera de enfrentarse a la escritura y a la vida: ¿comparten la idea de Nadal de que él sería la zorra y Méndez el erizo?

B. M. Nadal Suau tiene un estilo feliz y curioso; escribe con espíritu aventurero, va y viene con alegría, sin miedo y sin prejuicios y por eso encuentra lo que otros no han sabido ver. Husmea, asocia, reinventa ideas, siempre en movimiento, de un lado para otro. Una alegría y un jaleo que en absoluto están reñidos con la elegancia; todo lo contrario, Nadal Suau es exquisito siempre. Bello y astuto como una zorra.

N. S. La escritura de Begoña es más peligrosa, dolorosa y enérgica de lo que un erizo pueda encarnar, pero es cierto que su modo de escribir sí tiene algo de ese animal tan simpático: la atmósfera a su alrededor se densifica cuando escribe, machacando obsesivamente sus materiales, como un erizo cava su madriguera.

P. En una de las cartas, Begoña habla del matrimonio como un territorio de exilio: ¿son, se sienten, dos extranjeros sin afán de conquista?

B. M. La imagen del exilio me parece hermosísima y muy fértil para ilustrar la idea de matrimonio como de un territorio que nunca será del todo de uno. Hacerse cargo de todo lo que no se entiende del otro es también parte del compromiso amoroso. Aceptar lo que es extraño y no querer someterlo: a eso me refiero con ser dos extranjeros sin afán de conquista.

"El tatuaje es una paradoja imposible en la que convergen la añoranza de una comunidad y la búsqueda de una identidad individual". Nadal Suau

N. S. Precisamente, una amiga muy querida comentó que el personaje masculino que surge en El matrimonio anarquista es un hombre feliz de habitar una relación libre de la lógica de conquista. Ojalá sea así, porque no aspiro a otra cosa.

P. Pero ¿lo han conseguido, su matrimonio es una máquina de generar extrañeza?

B. M. Me temo que no mucho en nuestras vidas reales, pero quizás un poco sí en El matrimonio anarquista, es decir en el ámbito de lo literario. En mi caso, voy descubriendo que, por lo general, mi escritura no resulta cómoda, que genera fricciones e incluso a veces malentendidos. Pues bien, una vez asumido que no me sale hacer literatura amable, no me queda otra que tomar la incomodidad, la extrañeza y los roces e incorporarlos a mi ideario estético.

P. ¿Qué importancia tienen los tatuajes para definirles personalmente y como pareja? ¿Es una forma de escritura compartida, una declaración de principios contra el mundo?

B. M. El tatuaje es, sin duda, un acto ritual. Se trata de una ceremonia, de una estructura formal que puede llenarse de tantos significados como personas tatuadas existen. Para nosotros fue, desde el principio, un modo de hacer visible nuestro compromiso, nuestro pacto de exclusividad. No deja de ser perturbadora la idea de marcarse y de hacerlo con dolor, pero es también algo hermoso. Sin duda, como dices, se trata de una escritura compartida y, más que una declaración de principios contra el mundo, es una declaración de principios ante el mundo.

N. S. A mí me gusta recordar que, en primer lugar, tatuarse es una fiesta, unos instantes en los que cambia por completo el ritmo de tu vida y el cuerpo cobra un protagonismo absoluto. Además, en el tatuaje convergen la añoranza de una comunidad a la que pertenecer y la búsqueda de una identidad individual que sobreviva a la velocidad del siglo XXI: es una paradoja imposible y, sin embargo, emocionante.

@nmazancot