![Sami Naïr en la UNIA. Foto: Universidad Internacional de Andalucía.](https://s1.elespanol.com/2025/02/03/el-cultural/letras/ensayo/921418108_252808620_1024x576.jpg)
Sami Naïr en la UNIA. Foto: Universidad Internacional de Andalucía.
'Europa encadenada', de Sami Naïr: el desafío de construir una identidad racional para un continente en apuros
El autor argelino esgrime en este ensayo las razones por las que, tras la llegada de Trump a la presidencia, la UE se ve obligada a redefinir su rumbo.
Más información: Bernard-Henri Lévy y Timothy Garton Ash, ante el destino de Europa: "Estamos contra la pared"
Sami Naïr (Tremecén, 1946) es uno de los pocos intelectuales progresistas de su generación que no han caído en la irrelevancia pública o han cambiado de bando ideológico. Sus publicaciones e intervenciones son habituales, siempre relacionadas con causas progresistas, aunque lejos de los clichés.
Francés de origen argelino, este experto en migraciones, antiguo eurodiputado socialista y exasesor del primer ministro Lionel Jospin, tiene tras de sí una obra importante: Y vendrán… Las migraciones en tiempos hostiles, La Europa mestiza. Inmigración, ciudadanía, codesarrollo, ¿Por qué se rebelan? Revoluciones y contrarrevoluciones en el mundo árabe.
Naïr lleva décadas estudiando el fenómeno migratorio. Además, está muy vinculado a España. Parte de su vida académica ha transcurrido aquí e incluso estuvo a punto de concurrir de nuevo al parlamento comunitario por el PSOE. La toma de posesión como presidente de Estados Unidos de Donald Trump, así como sus primeras decisiones, confirman lo que ya sospechábamos: que la Unión Europea tendrá que tomar decisiones y definir su rumbo. El statu quo no es una opción. Pero, más allá de ese lugar común, casi todos son disparidades entre los actores involucrados.
En la derecha radical o extrema, ese nuevo rumbo debería asentarse en la vuelta del Estado-nación contra unos vínculos y acuerdos que, a través de la globalización económica y de iniciativas políticas como la Agenda 2030, habrían vaciado de contenido y esencia las naciones en un proceso esencialmente antidemocrático, dominado por tecnócratas (una visión que comparte cierta izquierda, como Podemos) o intelectuales progresistas.
Defendiendo el sistema estarían las fuerzas clásicas, socialdemócratas y cristianodemócratas, acuciados unos por su mengua electoral, y los segundos por la presión política y el ascenso electoral de la derecha radical. ¿Hacia dónde ir? Naïr trata de responder a esa pregunta, y parte de un análisis de las debilidades de una Unión Europea lastrada por su falta de entidad política.
No es el primero en decirlo, pero no se queda en esa constatación, sino que procede a valorar el papel que deben jugar aún los Estados-nación frente a una identidad europea que habrá de sostenerse en unos pilares distintos: “El sistema mundial está compuesto todavía de Estados-nación. La identificación transnacional no existe ni entre los pueblos europeos ni en el mundo”. Se agradece el realismo tras tantos años de cierto europeísmo naif de parte de la intelectualidad progresista.
La propuesta de Naïr: una identidad racional europea lejos de la épica del relato en el que se asientan los viejos Estados
Su diagnóstico es claro: el excesivo peso de la pata económica y su gestión tendente al neoliberalismo desde los años 80 han hecho de la Unión un objeto político informe, sin capacidad de actuación hacia fuera ni de cohesión social hacia dentro. La gestión de la Gran Recesión y la impotencia ante el entorno geopolítico de los últimos años vendrían a demostrarlo.
A todo ello se sumó una ampliación al este sobre la que Naïr se muestra crítico: “La ampliación económica y comercial continua y gradual de la UE, en detrimento de una integración política más sólida, ha colocado sólo las semillas de una identidad europea de condición, no de pertenencia, por lo que aún queda mucho camino por recorrer”.
Y añade para hablar de la atonía política bruselense: “Esta carencia no se percibe desde dentro de las instituciones europeas, entre las élites que las gestionan: allí, todo parece épico. Pero en las sociedades reales, la narrativa es diferente y está muy alejada de la exaltación europeísta”. Su propuesta: una identidad racional europea lejos de la épica del relato en el que se asientan los viejos Estados, y compatible con ella: “No es una pasión, como la nación, sino una razón, una utopía positiva”.