Parece sano que la vejez deje de ser un tabú entre los más jóvenes. El abuelo de Julio pasaba las horas ensimismado en su pasado, siempre solo en la butaca del salón con la mirada perdida. Todos estaban demasiado ocupados salvo el pequeño, que escuchaba sus nostálgicos recuerdos sobre el pueblo que le vio nacer y que hubo de abandonar cuando el embalse lo cubrió. Con estas páginas profundas sobre la soledad de los ancianos, el valor de la pérdida y el egoísmo al que a veces nos lleva el frenético ritmo de vida actual, Llamazares inaugura la colección del Cuentahilos. Un texto desnudo de artificio abrazado por las severas ilustraciones de Antonio Santos.