Ilustraciones de Bernardo Carvalho. Kalandraka, 32 pp., 13 e. (Desde 6 años)

Isabel Minhos y Bernardo Carvalho vuelven a aunar su talento creativo -como ya hicieran años atrás con el galardonado P de papá- para ofrecernos un álbum protagonizado por la mirada expectante de un niño que recién se asoma al mundo.



De esta manera, el pequeño cede su mano a los otros -un nutrido entorno que abarca a la familia, los amigos o el anónimo conductor de autobús que le lleva a la escuela-, para descubrir que no existen las verdades absolutas porque casi todo depende del cristal con que se mire. Así, aunque aprenda la virtud de saber escuchar gracias a su locuaz vecina, también será capaz de valorar el inmenso placer del silencio en compañía de su gato Malaquías. Los contrarios se van estructurando, entonces, en una suerte de binomios necesarios por los que nos concienciamos de que tan importante es jugar en equipo como disfrutar de los triunfos individuales, vencer el miedo de tirarse por el trampolín como no ser temerario y, en definitiva, luchar por lo que se desea sin empecinarnos en que se haga siempre nuestra voluntad.



Mucho más allá de un mero complemento del texto resultan las ilustraciones de Bernardo Carvalho, pues ayudan a contextualizar cada una de las sentencias del niño con un ejemplo concreto de su vida cotidiana.



En suma, si algo nos queda claro tras esta reflexiva lectura es que tan trascendente es ser agradecido con todos los que nos hacen crecer como vital tomar conciencia de que, por más que pasen los años, nunca dejamos de aprender