Al igual que hiciera unos años atrás con El faro de los corazones extraviados, Celia Santos vuelve a unir su talento creativo con el de la ilustradora Sonia Sanz para recrear la historia de una vieja moto arrinconada entre los montones de neumáticos de un solitario almacén. Ya nadie parece recordar aquellos tiempos en los que Indy era la motocicleta más elegante de su quinta, la más intrépida del ejército durante la guerra. Por ello, el día en que llegan al almacén otros vehículos de última generación pavoneándose de su alta fiabilidad y la tecnología más avanzada, nuestra entrañable protagonista se siente una verdadera inútil. Tendrá que aparecer en escena una aventurera moto de montaña para recordar al resto el valor de la veteranía y lo efímero de esa juventud que tan a gala llevan. Sin embargo, el auténtico renacer de Indy llegará cuando un viejo motero la rescate de aquel garaje abandonado y, amorosamente, la vuelva a poner a punto para devolverla a la carretera. De este modo, gozaremos con ella gracias a los expresivos dibujos que nos llevan a sentir el asfalto bajo las ruedas o el aire en la cara cuando recorremos con los protagonistas las magníficas rutas del paisaje americano.
Una hermosa fábula para que lectores grandes y pequeños recordemos la vital importancia de los mayores en nuestra sociedad, la sabiduría que nos aportan con su experiencia y la inestimable capacidad para disfrutar del presente frente a aquellos que se quedan estancados en las glorias de los tiempos pasados. La juventud, en definitiva, no parece ser cuestión de años.