Hay escritoras que se adelantaron a su época, autoras que como Jean Webster parecen hablarnos y hacernos sonreír con ese humor inteligente sin fecha de caducidad.
Prueba de ello es esta famosa novela publicada en 1912 sobre una joven huérfana que va a la universidad gracias a la generosidad de un misterioso benefactor. A cambio, habrá de escribirle para contarle sus avances como si de un padre se tratara. El hecho de que Jerusha dirija sus cartas a un desconocido da pie a divertidas elucubraciones en las que no se muerde la lengua y critica los aburridos sermones del cura, reconoce sin pudor su ignorancia y muestra cierto resquemor para conciliar sus principios socialistas con la vida acomodada que lleva entre sus nuevas compañeras. Un epistolario que va consolidando su vocación literaria y pone de manifiesto el atractivo de esta muchacha valiente que vivirá su primera historia de amor.