Edelvives, 40 páginas, 14'50€ (A partir de 7 años)
La versatilidad de Iban Barrenetxea a la hora de ilustrar textos clásicos o relatos para el público infantil se pone una vez más de manifiesto en este cuento de sabor oriental. A través de sus elegantes dibujos nos traslada hasta una época en que la próspera Bagdag era un prodigio de cultura con su magnífica biblioteca y aquellos aromas a dátiles y miel que despertaban los sentidos de todo el que se perdía por sus calles. Así le sucedió al pobre Hachid cuando, vagabundeando por la ciudad, se quedó clavado a las puertas de un restaurante después de varios días sin probar bocado. El lector casi podrá oler de los deliciosos platos del día avanzando hasta la hambrienta nariz del protagonista, al igual que compartirá su perplejidad cuando el dueño del local sale furioso hasta la entrada para cobrarle por husmear en sus exquisitas creaciones.
La irónica mirada del artista vasco es capaz de atrapar la avaricia en la sonrisa del inmenso cocinero que contrasta aún más con la delgadez de Hachid, cuya silueta se afila como una aguja.
Pero hay conflictos que solo pueden resolverse gracias a un juez imparcial -el sabio Califa, en este caso-. Y del desconcierto cuando el monarca sugiere a Hachid que pague al agraviado con los únicos dinares que conserva en el bolsillo, a la constatación de que las apariencias engañan, como nos demostrará la enseñanza final. Un álbum maravillosamente ilustrado que legitima la sabiduría que conceden los libros y revela que la injusticia también se puede pagar con la misma moneda.