Ilustración de Mi hermano pequeño invisible
Nos encontramos ante un álbum que en la última Feria del Libro Infantil de Bolonia obtuvo una mención especial en la categoría "Ópera prima", una original propuesta por la que apostaron en primer lugar los editores franceses de L'Agrume y que con solo dos tintas -todas las ilustraciones se hacen a partir del azul y el naranja- es capaz de mostrarnos el haz y el envés de una misma realidad. La que nos descubre Ana Pez (Madrid, 1987) cuando nos ponemos unas gafas mágicas que se esconden en el interior de la cubierta.Aunque el texto se enfoca desde la mirada de una niña que "inventa" una máquina de la invisibilidad para librarse de su hermano pequeño (una simple caja de cartón que le cubre de cintura para arriba), las ilustraciones a doble página son capaces de mostrarnos dos planos bien distintos de esta misma historia: el del mundo cotidiano retratado en naranja que todos apreciamos a primera vista, frente al universo fabuloso superpuesto en tonos azules que solo verá el niño desde su caja mágica y el lector cuando se ponga estas gafas dotadas de superpoderes.
Solo entonces desaparece aquel plano dibujado en naranjas mientras afloran personajes escondidos y, escenarios que parecían cercanos, se metamorfosean ante nuestros ojos asombrados: la piscina en peligrosa jungla, la fiesta de carnaval en un dragón que escupe fuego o la plaza de la ciudad en las profundidades del océano. Un delirio de fantasía que obliga a intervenir a nuestra narradora y rescatar al pequeño protagonista, cuando cree ver a un oso terrorífico en medio del autobús.
La habilidad de la artista madrileña se sustentará en la recreación de formas ambiguas que favorecen este binomio entre lo visible y lo invisible, en ofrecernos dos itinerarios de lectura en función del juego con el color, dos miradas entrelazadas que nos revelan el contraste entre la realidad y la ficción como polos que se necesitan y se complementan. Y a todo lo anterior se suma -como apunta la propia autora- un deliberado homenaje al libro en papel, pues este curioso engranaje perdería gran parte de su encanto si tratáramos de traducirlo a su versión digital.