La feria de los niños
Ilustración de Yuval Zommer para El gran libro de los bichos (Editorial Juventud)
Las cifras del sector mueven al asombro. Así, SM ha vendido más de 40 millones de ejemplares en sus 40 años de actividad y presume de las 45 ediciones de Fray Perico y su borrico, de Juan Muñoz; Salamandra, de los 13 millones de Harry Potters devorados por los lectores desde 1999; Siruela, del millón y medio de ejemplares de El mundo de Sofía de Gaarder y de los 500.000 de Caperucita en Manhattan de Martín Gaite; y Kalandraka, ciñéndose a los últimos datos, de los más de dos millones de euros facturados en 2015. Las demás editoriales se niegan a hacer públicos sus datos del pasado ejercicio, pero adelantan que pese a todo volvió a ser un buen año para el sector. A fin de cuentas, ya en 2014 la literatura infantil y juvenil facturó 275,19 millones, creciendo un 3 por ciento frente al 0,6 de todo el mercado editorial. La consecuencia más evidente del éxito es la aparición de nuevas editoriales, así como de librerías y canales de distribución dirigidos a los potenciales lectores de literatura infantil y juvenil. Es la suma, destaca Xosé Ballesteros, creador de Kalandraka, “de un buen hacer colectivo”, que también resalta “el entusiasmo de un buen número de bibliotecarias y mediadores. La constancia e implicación del profesorado, consciente de la importancia de la lectura. Y, por supuesto, la evolución de la sociedad, pues una parte importante de las familias valora el libro como un objeto imprescindible para la formación integral de sus hijos”. Es cuento largo: hoy padres, maestros, editores y autores saben que hay que enseñar el amor a la lectura desde pequeños, para que tengamos, como indica Michi Strausfeld, editora de Siruela, “no sólo adictos a smartphone sino al pensamiento. La lectura sirve para fortalecer el pensar, aparte de que divierte y nos acerca mundos lejanos... lo cual en una sociedad globalizada es de vital importancia”. Por eso, no hay editorial que se precie que no tenga o esté creando su propia colección o sello, o que lance ocasionalmente un libro infantil, como hace Sexto Piso. “Sí -confirma su editora Raquel Vicedo-, no tenemos una colección autónoma, pero publicamos títulos que dialogan bien con nuestra colección de Ilustrados, y que no ‘traicionan' el espíritu original del proyecto (clásicos, autores de renombre, etc.). Además, no están dirigidos sólo al público infantil o juvenil, sino que pueden gustar a un público más amplio”. En la misma línea, Estrella Borrego, de Libros del Zorro Rojo, niega la mayor: “no somos una editorial de libros infantiles, nuestros catálogos están interconectados porque aspiramos a que los lectores nos acompañen una vida entera”.Una de las últimas debutantes es Silonia. Fundada este año por los responsables de Silex, dedicados al ensayo histórico, su responsable, Cristina Pineda, destaca que el sello nace por “la necesidad de recuperar, para que los disfruten los niños, libros que nosotros leímos en nuestra infancia. El lector no ha cambiado porque los niños siempre han estado ahí, ávidos de letras”. Por el momento, van a lanzar seis títulos al año, con tiradas que van desde los 1000 a los 3000 ejemplares, casi los mismos números de títulos y tirada que manejan los responsables de Nórdica.
La hora de la ilustración
El paso de este sello a editar libros infantil y juveniles estaba cantado por su predilección por el libro ilustrado. En palabras de Susana Sánchez, responsable de Nórdica Infantil, tienen “una tendencia natural hacia ella”, y además se encontraron con “historias fantásticas que nos motivaron para abrir una nueva colección para un público nuevo. España vive un momento muy bueno de autores e ilustradores, que publican con nuevos editores con ideas innovadoras. Ahora la producción propia y la compra de derechos están al mismo nivel y eso es lo más interesante”. En otras ocasiones, la nueva colección nace para paliar alguna carencia. Es el caso de Blackie Books, y de Alice Incontrada, la editora de su línea infantil y juvenil, sorprendida al descubrir que “hay un determinado tipo de libro infantil que no se estaba publicando aquí y, al igual que hemos hecho con nuestra línea adulta, intentamos cambiar eso.” Ahora mismo publican una media de 12 títulos de infantil al año con tiradas de 2500 ejemplares. Lo que les distingue del resto de editoriales es su apuesta por un tipo de libro poco común, caracterizado por “el ánimo no moralizante de los libros que proponemos, y la importancia que le damos al sentido del humor. En toda nuestra colección hay un espíritu gamberro, siempre compatible con los mensajes (jamás explícitos) de amor, o amistad. Creo que los libros infantiles no tienen que ‘servir' para un fin moral o educativo, sino que deben tomarse como una experiencia divertida, creativa, y que genere la necesidad de compartir la experiencia de leerlos”. El diagnóstico, de todas formas, no es uniforme. Gemma Xiol, directora editorial de los sellos de literatura infantil y juvenil de Penguin Random House, explica cómo el sector “ha ido ganando peso en los últimos años hasta llegar a suponer un 30 por ciento del mercado del libro en España, un porcentaje muy similar al de Estados Unidos y Gran Bretaña”; Pablo Cruz, editor de Anaya, retrata un panorama heterogéneo en el que conviven las propuestas más comerciales con las más arriesgadas, “si bien es verdad que estas últimas disfrutan de menos difusión”, y desde Bruño subrayan cómo durante los peores años de la crisis se notó el descenso en la venta de libros “pero no fue este el sector más afectado; de hecho, muchos padres dejaron de comprar libros para ellos, pero no para sus hijos”. A fin de cuentas, como apunta Maite Malagón, editora de Loqueleo, “es literatura con mayúsculas, es decir, no es un género menor. Es necesario una mayor presencia en los medios, en la vida cotidiana. Y una reivindicación de implicación institucional: el libro es un bien cultural”. Y bastante más. Como avanza Gabriel Brandariz, gerente editorial de literatura infantil y juvenil de SM, es una “ inversión en el futuro de los hijos, algo en lo que los padres no escatiman: nuestros libros no sólo entretienen sino que educan, enseñan unos valores, ayudan al desarrollo integral del individuo. Constantemente están surgiendo nuevos autores pero también nuevos lectores: hoy el 99 por ciento de los menores de 14 años están leyendo, y no sólo porque les obliguen en los colegios; el 94 por ciento lo hace por diversión”."La LIJ es apetecible para cualquiera que desee vender libros, aunque la infancia no le importe", Xosé Ballesteros (Kalandraka)