Alfredo Gómez Cerda y Pablo Cruz
Comparten la pasión por la literatura infantil y por la imaginacion, pero Alfredo Gómez Cerdá y Pablo Cruz encarnan dos maneras de entender la LIJ. Autor de éxito y candidato al premio Hans Christian Andersen, el Nobel infantil, Gómez Cerdá reivindica la importancia del creador. Cruz, director de la revista Babar -con la que colabora desde 8° de EGB- y editor en Anaya, alerta contra la prescripción demasiado temprana de los clásicos.
Los ultimos diez años, mientras el mercado editorial español sufría una tormenta perfecta con un descenso de ventas que llegó a rondar el 25 por ciento, la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) aumentó su facturación anual entre un 10 y un 20 por ciento. Cerraron algunas pequeñas editoriales y librerías, pero también se multiplicaron los sellos independientes, y los grandes grupos lanzaron nuevas colecciones y revitalizaron las existentes. Responsables del sector apuntan incluso que en 2017 se han vendido más ejemplares de LIJ que de cualquier otro género. A fin de cuentas, como apunta Alfredo Gómez Cerdá (Madrid, 1951), premio Nacional de Literatura Infantil y premio Quijote Chico, “
los lectores se van renovando año tras año. Eso hace que los libros permanezcan vigentes mucho tiempo. Tengo varios libros que llevan más de 40 ediciones”.
Para que eso ocurra, el niño debe saber de la existencia del libro. Según los especialistas, generalmente son los propios niños y jóvenes quienes eligen sus lecturas por impulso o recomendación de amigos, aunque también son vitales las recomendaciones de los maestros en los colegios. Y, para eso, tercia Pablo Cruz (1976), director de Babar, “
los adultos han de conocer los gustos del niño. Y si además amplian su horizonte de lecturas con libros de calidad, mejor”. Ése sería el criterio clave, la calidad de la obra “o, por lo menos, su intención literaria -apunta Gómez Cerdá-. Hay libros para niños (también para adultos) a los que ni siquiera se les encuentra esa intención”.
El problema se agrava cuando los prescriptores de las lecturas se mueven por la corrección política y por las modas que convierten los libros infantiles en proclamas contra la exclusión o sobre la muerte, interesantes pero poco divertidos.
Pablo Cruz.- El maestro intenta ser prudente a la hora de seleccionar lecturas para evitar conflictos con los padres, que hoy pueden causar más problemas que sus hijos, escogiendo títulos que no molesten a nadie (aunque cada día tenemos la piel más fina). Pero muchas veces se prescriben libros como si fueran medicamentos: para vencer los miedos, para superar la muerte... Es algo legítimo, pero debemos tener cuidado de no empobrecer la parte más literaria, lúdica y creativa de la LIJ.
Alfredo Gómez Cerdá.- La corrección política no solo pesa como una losa sobre la lectura, sino también sobre nuestras vidas.
Un prescriptor debe estar muy en contacto con el niño y con el joven, conocer sus inquietudes, sus fantasías, su mundo... A partir de ahí podrá sugerir el libro que crea adecuado.
Pregunta.- Sí, pero ¿qué pesa más a la hora de escribir (o editar) un libro infantil, los intereses del niño o los de los padres? ¿A quién prefiere usted seducir?
A. Gómez Cerdá.- Sin duda, yo me quedo siempre con los niños. A los editores les cuesta sacar de su pensamiento la escuela, los papás, las modas...
P. Cruz.- Como editor, he de seducir a ambos: publicar libros que a un niño le atraigan y le conviertan en lector, y que un padre o maestro les recomendaría. No siempre se consigue ese equilibro, pero es lo deseable.
Hablan de lo que conocen y aman desde los años 80. En el caso de Cruz, desde que comenzó a colaborar en Babar, y, en el de Gómez Cerdá, desde que, siendo pequeño su hijo, comenzó a comprarle libros y a leérselos: “Era un mundo fascinante que desconocía, pues entonces mis conocimientos de LIJ no pasaban de los cuentos clásicos. Enseguida escribí mi primer libro infantil”.
“A menudo se prescriben libros como si fueran medicamentos, pero no se puede empobrecer la parte más lúdica de la LIJ” Pablo Cruz
Tras tantos años de brega, coinciden en reivindicar la importancia de los autores, a menudo despreciados por lectores (y algunos autores para adultos) poco informados. “Desde luego -subraya Gómez Cerdá-, llevamos décadas hablando de la invisibilidad de la la literatura infantil y juvenil en los medios y las cosas no han cambiado, aunque su importancia para los lectores, su fuerza, es abrumadora. Es un problema más bien social de un país lleno de cegatos desinformados. Pero internet está cambiando las cosas; la presencia de la LIJ en las redes es enorme”. Y Cruz apostilla: “
La llegada de los blogs y de las revistas online ha cambiado el panorama, pero me gustaría ver en el telediario el mismo hueco para los libros que para el deporte”.
Pregunta.- ¿Cómo convertirían al niño de hoy en el lector del mañana? ¿qué les parece más útil, acercarles a los clásicos en versiones infantiles o esperar a que sean adultos?
P. Cruz.- Soy partidario de que los niños se aficionen a la lectura con aquellos libros que más les interesen.
Las adaptaciones de clásicos cada vez tienen más demanda, y es algo que las editoriales se ven obligadas a cubrir, pero prefiero que los jóvenes se acerquen solo a aquellos textos que les puedan hacer disfrutar. Ya tendrán tiempo de abordar clásicos más exigentes. Si un libro “canónico” se le atraganta, puede que hayamos perdido a un lector para siempre.
A. Gómez Cerdá.- Yo quiero contagiar el gusto por la lectura, el placer (o el sufrimiento) de leer. Leer es un espejo y una ventana. Leer nos posiciona en el mundo y nos ayuda a comprenderlo. Y ese niño o joven que lee, ese lector de hoy, se irá acercando por sí mismo a los clásicos y podrá disfrutarlos. ¿Adaptaciones? Las adaptaciones se quedan en el mito, y poco más; pero quizá tenga sentido ir conociendo los grandes:
Don Quijote,
Ulises,
Drácula... si las versiones están bien hechas.
En cuanto al premio Hans Christian Andersen al que opta en 2018, conquistarlo sería para Gómez Cerdá “una alegría inmensa, aunque hay importantes premios de LIJ de los que aquí nadie se hace eco y éste no sería una excepción. Lo más importante sería el reconocimiento a una generación, la que empezó a publicar en los 80. El premio sería de todos”.