Tristísimo Warhol
Estrella de Diego
24 octubre, 1999 02:00El libro resulta difícilmente clasificable, pues no entra por completo en ninguno de los géneros que sin embargo toca, así la biografía, el ensayo y el relato. ése es uno de sus principales atractivos, pues permite a la autora desplazarse de uno a otro, incluir reflexiones aparentemente al margen e, incluso, implicarse ella misma y a sus vivencias en la trama. Del mismo modo puede apropiarse, en el mejor sentido del término, de las narraciones, conceptos o datos proporcionados por otros autores e integrarlos en su texto del modo más natural. (Señalemos que en las últimas páginas ofrece una bibliografía comentada, lo que es de agradecer, capítulo por capítulo, donde adjudica a cada cual lo que le pertenece).
No está, tampoco, exclusivamente dedicado a Andy Warhol ni a los muchos y diferentes Warhol que existieron en el mismo hombre y artista, sino que ofrece una amplia mirada sobre el ancho panorama divisable en el transcurso de unos años trepidantes. Se sirve para ello de un recurso narrativo, las coincidencias de hechos o de fechas de determinados acontecimientos y también del paso de un capítulo a otro de actores y significados, lo que, por un lado, hace cómplice al lector de sus razonamientos y, por otro, estructura la lógica de su exposición.
Hace comparecer a varios de los contemporáneos y precedentes de Warhol, con los que éste se cruza y distancia sucesivamente (curiosamente, con ese método sesgado de hablar de él consigue un retrato tan sagaz como completo). Vuelve la vista siglos atrás si lo considera necesario para sus argumentos, y mezcla artistas plásticos con cineastas, poetas, novelistas y pensadores a fin de trazar un horizonte más rico y complejo que el de la estética.
Es, eso sí, y en buena parte, una crítica de la crítica de arte, y en concreto de Clement Greenberg, sobre cuyas ideas ofrece una imagen fidedigna, y de Harold Rosenberg, de quien se ocupa en menor medida. Trata del Pop-Art, pero no es un estudio sobre la tendencia, sino, más bien, una inmersión en los conceptos artísticos, en los valores vitales perseguidos, en las estrategias de presentación y subsistencia y, también, en la desolación, las contradicciones y la tristeza de una época, vecina inmediata de la nuestra. La muerte de los artistas, de los poetas, de las estrellas cinematográficas, pero también la de los movimientos y tendencias, de las ideas del tiempo, es el auténtico "leit motiv" del libro, que se inicia con las muertes de Jackson Pollock y de James Dean y concluye con la del propio Warhol.
Subdividido en siete capítulos, se ocupa en extenso del ya mencionado Pollock y del final del Expresionismo Abstracto; de Jasper Johns y Rauschenberg, y de las diferencias entre la pintura masculina ("con dos pelotas") de los expresionistas y la posición homosexual (la pelotita que Johns incrustó en la hendidura de uno de sus cuadros) de algunos pop; de David Hockney y una deslumbrante mirada sobre las "salpicaduras" de sus célebres piscinas; de Tom Wesselman, de Beuys, etc. etc.
Esta larga descripción no ha expresado, creo, ni mi auténtica admiración por el trabajo investigador y de análisis de Estrella de Diego, excepcional desde cualquier punto de vista y de localización, incluida la geográfica, ni tampoco permite vislumbrar la cantidad y cualidad de sugerencias, de innovaciones interpretativas, de desafíos intelectuales y, sobre todo, de buena escritura que ha de encontrar el lector en sus páginas. Un gozo de lectura inexcusable.