Un hombre que acaso se llamaba Schulz
Ugo Riccarelli
20 diciembre, 2000 01:00Hijo de un comerciante de telas, las primeras experiencias de Schulz transcurren en una casa que, ante los ojos de un niño, se perfila como un espacio mítico, sin explorar. Este aprendizaje se completará con la figura asombrosa de su padre, un personaje excéntrico embarcado en descabelladas investigaciones científicas.
La vocación de Schulz se revelará a través de los lápices. Sus dibujos no se ajustan al canon académico, pero muestran una fuerza asombrosa. Crean universos, prefiguran destinos, repiten pasados. Los trazos de sus lápices son líneas del mundo, una urdimbre que lejos de reproducir lo real, lo va engendrando. Novela lírica, Un hombre que acaso se llamaba Schulz no aspira a la objetividad de la biografía, sino a la sinceridad del diario íntimo. La prosa de Riccarelli se pliega a esta pretensión, explotando un lirismo en el que ambos acontecimientos se muestran en clave alegórica. La imagen de Emram, un jorobado atado a un palo "como un Cristo a la Cruz", es una síntesis terrible de la crueldad de un siglo que finalizó con el naufragio de las ideologías.