Lágrimas impuras
Furio Monicelli
7 febrero, 2001 01:00Andrea se escapa de casa con la ambición de entrar en la orden y convertirse en un soldado de la Iglesia. Los dos años de noviciado le convertirán en el "jesuita perfecto"que soñaba ser, pero en ese período se producirá una transformación interior que ahogará toda su espontaneidad, borrando cualquier forma de independencia y sustituyendo sus emociones por un formalismo vacío sin un ápice de sinceridad. Al igual que el caso del Lazarillo, nos encontramos ante un modelo negativo de educación, una antiutopía donde cada paso desfigura a los que se someten a su disciplina. La evolución de Andrea es semejante a la del pícaro: aprende a fingir, a embaucar mediante la palabra. Sin embargo, no puede reprimir la sensación de que la disciplina jesuita aniquila los verdaderos valores de la vida: la amistad, el asombro ante un mundo cuyo sentido se agota en su pura materialidad y no en una realidad trascendente. "Somos cuanto existe...", murmura Andrea poco antes de pronunciar sus votos . El paraíso "está detrás de mí, no delante". Tal vez no haya nada más absurdo que sacrificar la vida por la promesa de una felicidad eterna. Novela de ideas, Lágrimas... especula sobre la fe, las pasiones, y las herejías religiosas. Con una prosa que en sus mejores momentos recuerda a Buzzati, Monicelli ha compuesto un relato que, al igual que La puerta estrecha, de Gide, nos revela que no hay que aplazar la dicha, sino precipitarse sobre ella, sin renunciar a esos alimentos terrenales que nos ofrece el mundo con tanta generosidad.