Image: La conversación

Image: La conversación

Novela

La conversación

Mercedes Salisachs

29 mayo, 2002 02:00

Mercedes Salisachs. Foto: E. M. López

Ediciones B. Madrid, 2002. 296 páginas, 14,99 euros

Nada más cierto que lo expresado en la cita con que arranca esta novela: "El hombre se revela en la conversación no sólo por lo que dice sino por lo que calla". Dicho de otro modo: la verdad de una persona, su verdadera identidad, se va tejiendo sobre el fondo de silencios que llenan su discurso.

Ese combate entre lo que decimos y lo que callamos es el motivo que da sentido a este nuevo título de Mercedes Salisachs, autora de una interminable lista de argumentos que son su principal valedor ante sus incondicionales lectores. Quienes le siguen encontrarán de nuevo un asunto extraído de la vida cotidiana y arropado, como es costumbre en ella, con una prosa amable, cuidada, a veces lírica y siempre cargada de símiles que reconducen el tema hacia la reflexión a la que invita cada libro. Por eso La conversación no les defraudará.

Aquí la situación la propicia una coincidencia habitual: Eladio y Daniela ocupan asientos contiguos durante un vuelo de siete horas. Son dos desconocidos. él viaja de Barcelona a Nueva York con la excusa de un nuevo proyecto empresarial y con el fin de poner un punto y aparte a su vida anterior. Ella, también ejecutiva, también expectante ante los cambios que ha decidido introducir en su vida personal, tiene su destino en Los ángeles, donde vive. Los dos concentrados en su futuro más inmediato, cada uno receloso del de al lado. Sólo parecen dispuestos a los saludos de rigor y al natural intercambio de información elemental. Y sin preverlo, de forma inesperada, comienza "la conversación", el intercambio de vivencias, ideas, recuerdos, proyectos...; de confidencias amparadas en la certeza de que pueden sincerarse sin reservas porque cuentan con "la garantía de olvido que tienen estos encuentros" y con la seguridad de que no volverán a encontrarse.

Sus voces sirven para componer dos retratos humanos, dos mentalidades y, hasta cierto punto, para explorar el alcance social y cultural de una y otra. Pero lo que se confían no es más que parte de la verdad de Eladio; parte de una historia que en aquel encuentro, lleno de espacios en blanco subrayados por sus silencios, no fue capaz de verbalizar. En ese viaje, a pesar de la fluidez con que discurría la conversación, de la intimidad que surgió entre ambos, se sentía convaleciente de una trágica historia personal, y necesitaba callar para ordenar recuerdos, justificar emociones. Sólo así, pasado el tiempo, y ya desde la distancia, él mismo pudo completar el retrato de su identidad con un discurso paralelo que traduce en palabras su condición de hombre débil, roto por una relación obsesiva que nunca pudo contar.