Image: Los perros de Riga

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Novela

Los perros de Riga

Henning Mankell

2 enero, 2003 01:00

Henning Mankell

Trad. D. Mansten y A. Monjonell. Tusquets. Barcelona, 2002. 336 páginas, 16 euros

La novela policíaca nunca ha ocultado su propósito de contar una historia. Henning Mankell (Estocolmo, 1948) es un narrador, pero también un agudo observador de las motivaciones que transforman a un hombre en un asesino o en un tozudo investigador dispuesto a esclarecer la verdad a cualquier precio.

ése es el caso del inspector Wallander, que se desplaza hasta Letonia para resolver un crimen, donde se pone de manifiesto la connivencia entre las mafias organizadas y el poder político. Nos encontramos en 1991 y las repúblicas bálticas aún se hallan bajo la tutela de la URSS. La aparición de dos cadáveres en una balsa abandonada cerca de la costa sueca suscita todo tipo de conjeturas. Las víctimas son ciudadanos letones, delincuentes habituales que han sido brutalmente torturados antes de ser arrojados al mar. La policía letona solicita la colaboración de sus colegas suecos, que envían a Wallander a Riga. El asesinato del agente que llevaba el caso insinúa la existencia de una trama en la que estarían implicadas las autoridades soviéticas y altos mandos de la policía local. Atraído por la viuda del agente asesinado, Wallander ignora los cauces oficiales, emprendiendo por su cuenta una investigación que le pondrá en contacto con los círculos de la oposición democrática.

Al igual que otros detectives del género, Wallander se aproxima al estereotipo del antihéroe. Aprensivo, no muy valiente y algo provinciano, su vida familiar es un fracaso prolongado. La soledad de su apartamento no deja de recordarle su separa- ción y su única hija apenas intercambia con él breves conversaciones telefónicas, que confirman su mutua incomprensión. Un padre cascarrabias que no cesa de recriminarle su condición de policía no contribuye a mejorar su estado emocional. Al margen de su trabajo, no le queda otra cosa que los discos de Maria Callas, cuyas arias le acompañan durante los interminables fines de semana, mientras entumece su conciencia con whisky. Su viaje a Riga le pondrá en contacto con una ciudad tan anodina como su vida interior. La pérdida de uno de sus compañeros en un caso anterior le obligará a establecer las conexiones entre las pistas, sin otra ayuda que su ingenio. Atar todos los cabos tampoco le garantizará que las cosas vayan a cambiar en la convulsa Letonia. Su indiferencia hacia la política le impedirá apasionarse con el cambio histórico del que es testigo.

El caos introducido en la novela por los reformadores del género posibilitó ciertas extravagancias que provocaron el sufrimiento de varias generaciones de lectores. Sólo la novela policíaca logró preservar el orden y la coherencia que se exigían a una trama. En este sentido, Mankell se revela como un hábil urdidor de intrigas, cuyo andamiaje se sostiene sobre personajes convincentes y atmósferas de cierto aire existencialista. Los perros de Riga es un relato sólido, bien construido, pero su fuerza no reside tan sólo en su capacidad de crear y mantener la expectación, sino en ese inspector donde se advierte la insularidad del hombre contemporáneo, extraviado entre edificios con letreros luminosos y calles repletas de desconocidos.