Image: El testigo ocular

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Novela

El testigo ocular

Ernst Weiss

3 abril, 2003 02:00

Ernst Weiss

Trad. A. Jarnés. Siruela. Madrid, 2003. 260 páginas, 18 euros

Ernst Weiss se quitó la vida el 16 de junio de 1940, cuando Hitler consumó su sueño de ocupar París. Al igual que otros escritores judíos en lengua alemana, sufrió un doble exilio: el geográfico y el literario.

La escritura es la única patria del hombre de letras, pero es imposible no perderla cuando te han requisado el idioma. Amigo de Kafka y Zweig, Weiss nació en Brno, Moravia, en 1882. Tras estudiar medicina, viajó por Europa y frecuentó casi todos los géneros literarios. Es inevitable relacionar su suicido con el de Benjamin o Zweig, sin olvidar otras muertes posteriores (Levi, Améry, Celan), que reflejan la derrota del pensamiento frente la barbarie. El testigo ocular, inédito hasta 1963, reconstruye la crisis que alejó a la cultura europea de su herencia ilustrada, posibilitando la emergencia de los fascismos. Weiss escribió la novela en 1938, con la intención de presentarla a un concurso literario. Las circunstancias propiciaron una redacción apresurada, que se depuró en una versión ulterior. Sin embargo, sólo se ha conservado el primer original.

Novela de aprendizaje, El testigo ocular relata en primera persona las peripecias de un joven médico que durante la Gran Guerra atenderá a un cabo austriaco, víctima de una ceguera psicosomática. El paciente no es otro que Adolf Hitler, al que siempre se menciona por sus iniciales. Durante el tratamiento, el médico descubrirá la naturaleza destructiva del enfermo. Esos datos quedarán registrados en un diario que años más tarde desencadenará una persecución de efectos devastadores. Deportado a un campo de concentración, será torturado y sólo las gestiones de su esposa y un amigo evitarán su muerte, canjeando su libertad a cambio del diario. La trama política y el uso de referencias históricas no asfixian el retrato psicológico. Weiss reconstruye magistralmente la atmósfera de la República de Weimar y el clima de desesperanza de los exiliados en París, pero no es menos admirable su estudio del personaje. Su vocación contrasta con su propósito de no ser más que un testigo ocular. Esa determinación sucumbirá cuando la necesidad de la acción se imponga.

Ernst Weiss posee un estilo preciso, levemente poético. Eso le permite combinar análisis y narración sin incurrir en teorizaciones gratuitas. Sus observaciones no alteran la respiración del relato, ayudándonos a comprender las circunstancias que promovieron a Adolf Hitler al poder. Su éxito sólo puede comprenderse como el triunfo de ese deseo de servidumbre que anida en el hombre. La sensación de aniquilamiento que asalta al protagonista ante el embrutecimiento moral de la sociedad evoca la angustia experimentada por los personajes de Kafka o Conrad, condenados a transitar por un mundo donde ya no hay hombres, sino masas. El testigo ocular nos permite revivir la crisis de una época donde Europa estuvo a punto de perder su alma.