Desde la dimensión intermedia
Mercedes Salisachs
3 julio, 2003 02:00Mercedes Salisachs. Foto: Domenech Umbert
Basta con volver la vista a la larga e ininterrumpida carrera narrativa de Mercedes Salisachs (1916), quien, desde sus inicios (Primera mañana, última mañana, 1955), pasando por el reconocimiento que supuso La gangrena (1975) no ha dejado de llenarla con títulos de desigual fortuna pero siempre bien acogidos por un público fiel a su forma de calar la realidad.Basta con quedarse en los últimos (Los clamores del silencio, La conversación) para constatar que Desde la dimensión intermedia ha buscado ser grande. Grande el esfuerzo, enorme su extensión y abrumadora la disertación que contiene. No es un relato improvisado para prestarle cuerpo a disquisiciones de mayor o menor calado. Parece responder a una necesidad personal de compartir una reflexión intensa y serena sobre todas las paradojas del mundo actual que convierten el hecho de vivir en una compleja amalgama de contradicciones. Reflexión que discurre sobre la vida y la muerte, las verdades encubiertas, los servilismos que nos engullen, lo que somos y lo que parecemos, lo que obtenemos, lo que perdemos. Y el precio que pagamos por vivir en una vorágine que nos impide percibir la verdadera razón de lo que nos empuja a vivir.
Parece que hacerlo desde la perspectiva de quien ha vivido mucho trae consigo la inevitable alusión a la época que envuelve la ficción, de ahí que al testimonio personal se sume la crónica de los acontecimientos sociales, políticos, económicos y culturales más relevantes en los últimos 50 años de nuestro país. Crónica de modos, modas y costumbres, de ideas y valores, narrada desde una excusa argumental minuciosamente urdida para dar cabida a un complejo entramado de relaciones humanas sometidas a los convulsos cambios del mundo social en el que discurren sus vidas. Así, y a pesar de la excesiva suma de episodios que de manera algo forzada se intercalan en la trama para servir a sus fines, la novela mantiene un ritmo que no decae, y logra una atmósfera que invita a participar de su trascendencia.
Quizá en el tono y en la idea de ubicar la voz narradora en esa zona que el título tilda de dimensión intermedia -que no es otra que ese estado de lucidez plena propio de quien se encuentra entre la vida y la muerte- esté la mejor baza de este despliegue verbal al que asistimos. La voz pertenece a un reconocido escritor y abogado que acaba de ser víctima de un atentado; su estado es crítico, y su conciencia se dispara y su vida reaparece en escenas que discurren ante él desde una nueva perspectiva, y componen ante nosotros una historia de ambiciones y logros, de pérdidas y miserias. Un buceo en el tiempo sesgado por conclusiones que difícilmente dejarán indiferente a sus lectores.