Image: Blanco sobre negro

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Novela

Blanco sobre negro

Rubén Gallego

11 septiembre, 2003 02:00

Rubén Gallego. Foto: M.R.

Alfaguara. Madrid, 2003. 182 páginas, 10’95 euros

Pocas veces se plantea con tanta contundencia el problema de la frontera entre vida y literatura como en este Blanco sobre Negro, el sobrecogedor relato testifical de Rubén Gallego.

El libro cuenta hechos reales, en síntesis cómo sobrevivió el autor, narrador él mismo de su historia, en la Unión Soviética a la parálisis cerebral infantil diagnosticada al nacer. El lector, que sabe la realidad absoluta de la terrible peripecia referida porque lo declara el propio escritor y porque ya ha sido divulgada por otros medios, tiende a una recepción emocional que se sobreimpone a cualquier otra consideración del texto, incluida la artística y creativa. Corre, así, el libro el riesgo de verse minimizado a la cualidad de informe acongojante sobre la miserable condición humana, en general, y sobre un sistema político, el soviético, en particular.

No puede descartarse, sin más, la legitimidad de esta lectura, ni tampoco decirse que sea ajena al propósito del autor. El testimonio resultante posee una fuerza enorme que afectará en su misma raíz a los sentimientos incluso del destinatario más frío y cerebral. El relato, más que un gesto de solidaridad, que también lo pide, desemboca en el reconocimiento y la repulsa de nuestra especie. Poca gente, supongo, será capaz de evitar una pregunta elemental: ¿cómo caben tanta vileza e inhumanidad en la presunta escala superior de la creación?

Los datos brutales avalan la más negativa de las respuestas. Rubén, nacido en Moscú en 1968, nieto del dirigente comunista Ignacio Gallego, le fue arrancado a su madre, a la que se le dijo que había fallecido, y recorrió sucesivas y terroríficas instituciones soviéticas para minusválidos cuyo eslabón final era, para los discapacitados como él, un asilo de enfermos terminales donde se les abandonaba hasta la muerte. Con la Perestroika, Rubén pudo escapar, localizó a su madre y acabó su odisea dantesca. Ahora vive en Madrid y se dedica a dar cuenta por escrito, con este libro y con otras páginas en marcha, de su visión de la vida a partir de tan reveladora y amarga experiencia

La base anecdótica se presta al alegato indignado, y al tremendismo trucu- lento, y casi parece exigirlos. Desde luego, no faltan noticias que le ponen a uno el corazón en un puño. No es ése, sin embargo, el camino elegido por Gallego, aunque sería bien comprensible y disculpable. Ello hubiera supuesto ceñir la narración al docu- mento crudo, cuando su ambición es muy superior, y ésta, junto a un instinto artístico, le lleva por un camino distinto. Blanco sobre Negro se compone de una treintena de breves textos bastante independientes y que a la vez sirven como piezas de un mosaico. Son estampas, impresiones, o mínimas historias. En ellas se habla, directa o indirectamente, del sufrimiento, la libertad, la esperanza, la voluntad, del bien y del mal, de encanallamiento y de generosidad... El narrador adopta la postura de un observador y su frase corta, con figuras retóricas escasas pero bien medidas, esculpe unos episodios de aparente simpleza, pero nimbados de angustia, o poesía, o esperanza, o emoción... En cualquier caso, episodios seleccionados con el máximo cuidado y cálculo para que proponer un sentido. La brutalidad de la experiencia clama por una pura denuncia, y, sin embargo, la obra respira valores positivos, y ensalza la fuerza para sobreponerse a la desdicha. "Escribo sobre el bien, sobre la victoria, la dicha y el amor", dice el autor sin asomo de sarcasmo en una honda nota preliminar "Sobre la fuerza de la bondad".

Rubén Gallego convierte el sufrimiento en grito de esperanza, y el dolor en obra de arte, intensa, realista, imaginativa y poemática. También estremecedora, adjetivo que empleo a sabiendas de que es poco original porque no hallo ninguno mejor para definirla.