Image: Señores y sirvientes

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Novela

Señores y sirvientes

Pierre Michon

11 diciembre, 2003 01:00

Pierre Michon. Foto: Toni Albir

Trad. Mª Teresa Gallego Urrutia. Anagrama. Barcelona, 2003. 198 páginas, 13 euros

Pierre Michon (Cards, 1945) entiende que la literatura no es menos esencial que la vida. Ya en su primer libro, Vidas minúsculas (1984), Michon se comparaba con el Ismael de Moby Dick, que sólo sobrevivió para contar la locura de Achab.

Sin palabras, apenas se puede hablar de existencia. Michon apunta que la literatura no necesita coincidir con la realidad, pues tiene más fuerza que la verdad. No hay que buscar otra enseñanza en la peripecia de Rimbaud, cuya biografía inspiraría a Michon Rimbaud el hijo (1991), texto que trasciende los géneros, mezclando ensayo, poesía y novela histórica. El interés de Michon hacia Rimbaud surge de su voluntad de transfundir la literatura a la vida. Rimbaud considera que la existencia sólo se justifica como materia artística. Señores y sirvientes nace de la misma intuición.

Parece imposible que la existencia del cartero Joseph Roulin tuviera otro sentido que inspirar el famoso retrato de Van Gogh. Michon se demora en este personaje para recrear los últimos años del loco de Arles. La prosa de Michon revela una exquisita sensibilidad para el detalle y el matiz. Se trata de un estilo que nunca renuncia a ese aliento lírico de los creadores con una aguda conciencia del lenguaje. El oficio de pintor está ungido de la misma dignidad que la desesperación religiosa. En ambos casos, la búsqueda emprendida desemboca en una "anomalía despótica abocada a la nada". La obra de Goya procede del mismo impulso. Sus pinturas son como "una danza violenta, festiva, quizá feroz", que paradójicamente esclarece el mundo con su oscuridad. De la deformación que Goya imprime a sus imágenes, surge una luz negra que arroja claridad en medio del desorden del mundo. Su transformación en figuras pictóricas reproduce el fenómeno de la transustanciación. La vida se vacía en el cuadro y el cuadro infunde vida a los seres que anidan en su perdurable realidad. El trabajo del pintor es como el del galeote. Watteau, Claudio de Lorena y Piero della Francesca inspiran los textos restantes, que muestran la unidad de una sonata dividida en movimientos. La escritura de Michon participa de esa hibridez que define el rumbo de la literatura más reciente. Sus libros ya forman parte de ese puñado de obras necesarias que sobrevivirán a la purga del tiempo.