El palacio azul de los ingenieros belgas
Fulgencio Argöelles
15 enero, 2004 01:00Fulgencio Argöelles
El mundo novelesco de Fulgencio Argöelles parece versátil, pero también responde a unos pocos criterios básicos comunes al conjunto de los tres libros que lo han desarrollado hasta la fecha: Letanías de lluvia, Los clamores de la tierra y Recuerdos de algún vivir.Por un lado está la referencia a un ámbito rural vinculable sin mucho esfuerzo con la geografía asturiana de la que es originario el autor. Por otro, un primer impulso de corte realista se matiza con elementos alegóricos, mágicos o poéticos. Además, existe el gusto por reconstruir un pasado conflictivo, no por arqueologismo historicista sino por su utilidad para centrar en él la anécdota.
Todos estos rasgos fundamentales y distintivos van en estrecha alianza en la nueva novela de Argöelles, El palacio azul de los ingenieros belgas. Su escenario se emplaza en una zona minera en la cual se produce un violento movimiento político y social. La acción transcurre entre el año 1917 y 1934, y ofrece precisas referencias a la dictadura de Primo de Rivera, a la II República y a la revolución asturiana que presagió la guerra civil. Este conjunto de noticias afloran en el relato en primera persona de un muchacho, Nalo, de humildes orígenes, que entra a trabajar como ayudante de jardinero en la lujosa residencia de unos empresarios extranjeros a la que alude el título y logra subir algún peldaño en la escala social.
Esta mínima información anecdótica confirma la base documental de la novela. ésta no obedece, sin embargo, estrictamente al propósito de una crónica, aunque tampoco ello quede fuera de las intenciones del autor. Lo evidencian los detalles acerca de las relaciones entre ricos y pobres, los testimonios de la actividad laboral o, sobre todo, el duro final de la obra, con pormenorizada noticia de la salvaje represión militar. Pero no puede perderse de vista el enfoque general del argumento, que consiste en una historia de maduración, la del adolescente Nalo, quien presenta un desenlace abierto a esta especie de memorial.
El narrador ha alcanzado la edad adulta, sabe ya de los problemas materiales del mundo y de la injusticia, ha experimentando el amor, y ha conocido la muerte. Sabe que hay gente buena y también malvados. Su autobiografía comprende, por tanto, la forja de una personalidad y en ella aflora un motivo recurrente, el de las "circunstancias", las cuales determinan el porvenir de las personas. Cada quien tiene su "mariposa", que es la forma lírica de explicar el narrador la parte secreta y misteriosa de los destinos humanos.
Argöelles funde en la novela lo individual y lo colectivo, y añade al inventario de época una buena dosis de materia poemática. También junta la anotación exterior con la observación psicológica, creando unos cuantos tipos excelentes, en especial la enigmática y atractiva figura del abuelo. Sitúa todo ello en un medio plasmado con sensibilidad paisajística y habilidad descriptiva. Y lo refiere por boca de un narrador meditativo que escribe bastante después de aquellos sucesos, lo cual hace verosímil el lenguaje culto y esmerado que emplea, contrapesado con el recurso al refranero, de muy buen efecto. Toda la novela, de concepción bastante tradicional, responde a unas preocupaciones interesantes elaboradas con oficio y esmero, y con una voluntad de estilo que la coloca muy por encima de tanta prosa a la moda y sin personalidad como inunda el mercado.