Image: Una fiesta en el jardín

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Novela

Una fiesta en el jardín

Gyorgy Konrád

11 marzo, 2004 01:00

Gyorgy Konrád. Foto: H.G.

Trad. Adan Kovacsics. Alianza. Madrid, 630 páginas, 20 euros

La literatura húngara ya no es un territorio desconocido para el lector español. El excelente trabajo de Adan Kovacsics y la recientemente fallecida Judit Xantus nos ha permitido conocer en nuestro idioma la obra de Sándor Marai, Imre Kertész y Peter Esterházy.

Al igual que Kertész (premio Nobel 2002), Konrád sufrió la experiencia de la deportación. Sólo un error burocrático impidió que compartiera el destino de los 325.000 judíos húngaros exterminados en el último año de la guerra. La dictadura comunista sustituyó a la ocupación nazi. Konrád coincide con Kertész al sostener que los que completaron el ciclo del totalitarismo, aceptaron su destino con la fatalidad de un siervo que jamás ha conocido la libertad. Serían las generaciones posteriores las que asaltarían las calles de Budapest, exigiendo libertad.

Publicada en 1985, Una fiesta en el jardín recrea la peripecia del autor mediante un personaje imaginario, David Kobra. Se trata de un niño que contempla la desaparición de sus vecinos judíos con el asombro de una edad, donde realidad y ficción habitan en un espacio de límites imprecisos. Gracias a la embajada española, sobrevive a la guerra, no sin experimentar la angustia de convivir con unos desconocidos que sueñan con la liberación, mientras el miedo y la promiscuidad les destruyen.

Kobra recurrirá a la escritura para reconstruir los años de familiaridad con la muerte. Su amistad con Antal, Janos y Melinda, que componen un triángulo amoroso, pondrá de manifiesto el doloroso contraste entre la libertad y la opresión. No se trata de un relato convencional, donde los acontecimientos se encadenan en una secuencia lineal. No muy lejos de Sebald o Kertész, Konrád rompe las convenciones del género narrativo, aproximándolo al ensayo. Con una prosa en la que se advierten las tensiones de una introspección implacable, Konrád reflexiona sobre la muerte, la moral y la culpabilidad. Sin concesiones, emplea la palabra, con la convicción de que el trabajo del escritor está más cerca del artesano que del oficinista. Su identidad se confunde con la capacidad de seguir escribiendo: "No soy nada más ni nada menos que este texto".

Konrád considera que la novela es un género neutro, una forma mixta que lo tolera todo. La vida sólo se vuelve inteligible cuando se objetiva por medio de la escritura. Por eso, la literatura es más importante que la teología. Escribir es un acto de rebelión contra Dios. Dios nos impone el silencio. No hay nada más inhumano. Sólo hay algo más opuesto a nuestra naturaleza: la obligación de amar a los enemigos. ¿Es posible amar a Hitler? Konrád suscribe la tesis de Jankélévitch: los crímenes del nazismo pertenecen al ámbito de lo imperdonable. No se puede aplicar la reflexión de H. Arendt, según la cual el perdón nos permite revertir el sentido del tiempo, neutralizando la irreversibilidad del pasado. Novela de ideas, densa y morosa, Una fiesta en el jardín es una extraordinaria meditación sobre los estragos producidos por el totalitarismo en el alma. Las generaciones posteriores aún respiran por esas heridas.