Image: Olympia a medianoche

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Novela

Olympia a medianoche

Baltasar Porcel

22 abril, 2004 02:00

Baltasar Porcel. Foto: Mercedes Rodríguez

Planeta. Barcelona, 2004. 438 págs, 20 euros

La nueva novela de Porcel se cierra con un censo de personajes que, entre principales y secundarios, alcanza una cifra nada desdeñable, medio centenar de nombres. El título, en cambio, resalta en solitario a Olympia, una islandesa que vuelve a Mallorca para recuperar el pasado al hallarse en una situación vital límite.

Entre esos dos polos, el colectivo y el individual, oscila la obra. Hay nexos más o menos fuertes entre ambos, pero también resulta una relación bastante forzada, de modo que más que una historia tenemos dos, no del todo necesarias, cada una de ellas con su particular interés y acierto. La historia anunciada por el título pertenece al género de las conmociones dramáticas que produce en unas vidas estables la irrupción de un elemento insospechado y perturbador. Todo se tambalea, en especial las convenciones morales, cuando alguien abre la puerta a un cambio. Pero esta línea dramática no es la más importante, aunque su peso sea muy notable por cerrar el libro y quedar muy viva en la memoria del lector. La línea fundamental, en la que se inserta la otra casi como un anexo, tiene una concepción del todo opuesta. Se trata de una reconstrucción burlesca, sarcástica, en la frontera de la caricatura, de las formas de vida mallorquinas en un tiempo presente que incluye con gran habilidad el contraste con un pasado que se remonta al menos hasta la guerra civil.

Esas formas de vida abarcan la totalidad del mundo social isleño, pues no olvida las ocupaciones tradicionales y humildes, pero se centra en los grupos dominantes: los restos de una nobleza anquilosada, la alta burguesía crecida en la especulación, los vestigios finales del franquismo melancólico, los poderes locales de siempre, el notario, el obispo... Porcel trata esa pintoresca fauna con una actitud crítica y desmitificadora heredera del Terenci Moix más vitriólico, el de la saga de aristócratas, chulas y millonarias. Incluso comparten ambos narradores catalanes una idéntica finalidad global: pintar un fresco expresionista de la mentalidad española a fines de siglo.

Esa mentalidad se recrea, en el caso de Olympia a medianoche, sobre un escenario especialmente propicio, pues en Mallorca tienen una plena virtualidad el contraste entre el ayer y el hoy, y las preguntas sobre un mañana incierto e inquietante. Porcel hace girar un carrusel de anécdotas para contraponer la destrucción del paraíso isleño a la masificación inmobiliaria; para mostrar una nueva moral regida por el interés y abocada al triunfo del cinismo. La sátira del presente no supone idealización del pasado, ya que también se aplica un rasero descalificador a la sociedad tradicional balear.

Porcel articula un demoledor juicio crítico de nuestra sociedad contemporánea basado en la denuncia de la mediocridad y la mentira. Para este propósito resulta muy adecuada la construcción novelesca a modo de esperpento. Sobre unos cimientos documentales levanta un edificio muy imaginativo. Las situaciones burlescas bordean la hipérbole; la expresión culta alterna con la coloquial, y el retrato colectivo intencionado resulta muy divertido.