Image: La edad secreta

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Novela

La edad secreta

Eugenia Rico

10 junio, 2004 02:00

Eugenia Rico. Foto: Pep Morell

Finalista Premio Primavera. Espasa. Madrid, 2004. 231 páginas, 19 euros

Con su tercera novela, La edad secreta, Eugenia Rico confirma el territorio que quiere tener como suyo. Al igual que en las dos anteriores (Los amantes tristes y La muerte blanca), también en esta obra se decanta por un intimismo muy acentuado, por una construcción bastante abstracta, por un escaso peso de la materia anecdótica y por una prosa poemática.

La edad secreta cuenta con un hilo argumental. Una mujer de edad ya madura, recién repuesta de un erróneo diagnóstico de cáncer, separada de su marido, recoge en una gasolinera a un muchacho al que hace su amante y con él emprende viaje hacia una tierra mítica, Nauchipán, una especie de paraíso inexistente. Dicho de este modo, parece una historia sustentada en una peripecia fuerte, pero no es así. Se trata del resumen que sale después de desbrozar mucha hojarasca verbal bajo la que se encuentra, a modo de relato de aventuras, un leve movie road de los que ha puesto de moda el cine norteamericano.

Nada importante pasaría si se suprimiera esa trama y se dejara la auténtica materia de la novela: una serie de apuntes emocionales, de reflexiones sobre la relación entre mujeres y hombres, y de observaciones sobre el amor, la maternidad, el destino o la muerte. Todo ello presentado sin apenas concreción y con una preferencia absoluta por las generalizaciones imprecisas. Lo mismo ocurre con el espacio y el tiempo, que se desvanecen en una tierra de nadie, y con los propios personajes, de escasa entidad.
Coherentemente con estos rasgos, la acción no avanza porque en realidad no la hay. No existe progreso en los personajes. Tampoco en la anécdota, que repite instantáneas dentro de una idea muy estática. El propio viaje es una alegoría, carente de soporte real. La frase más bien corta se desliza hacia las metáforas o las comparaciones, que no siempre son de buena calidad ("la palabra acto es fría y seca como un cuchillo"). La estructura consiste en una simple yuxtaposición de secuencias de carácter especulativo.

Eugenia Rico hace una opción estética legítima, pero muy peligrosa, porque el fondo mental y existencial denso de sus dos novelas anteriores deriva aquí hacia un texto mortecino, de un lirismo afectado. En última instancia, no tiene una historia y la suplanta con repeticiones y juegos verbales. La medida del libro no es acertada: el núcleo de vivencias que quiere transmitir da para una novela corta. El pensamiento se rebaja a ideas un poco confusas u ocurrencias. La anécdota fatiga.

Me parece que la autora ha llegado a un callejón de difícil salida. Y hay que decirlo porque la creo una de las narradoras de verdad notables de la hornada última. Pero debe actuar con mucha vigilancia si quiere sacar buenos resultados novelescos a sus preocupaciones, centradas en esta novela en un núcleo problemático: una vivencia dramática de la soledad que contrarresta con un vitalismo salvador.