Image: El kapo

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Novela

El kapo

Aleksandar Tisma

17 junio, 2004 02:00

Aleksandar Tisma. Foto: Isolde Ohlbaum

Trad. L. F. Garrido y T. Pistelek. Acantilado. Barcelona, 2004. 383 pags, 18 euros

La comprensión del mal exige un ejercicio de introspección. Auschwitz nos revela aspectos de la condición humana que ensombrecen nuestra percepción de nosotros mismos. Serbio y judío, Aleksandar Tisma (1924-2003) sobrevivió al furor exterminador de la milicia ustacha.

Su cautividad en un campo de exterminio le permitió recrear la tragedia del Holocausto con la precisión de un testigo que rehuye con idéntico empeño la compasión y la autocomplacencia. Al igual que otros supervivientes, acepta su complicidad en las muertes ajenas. No es necesario colaborar con los verdugos para experimentar culpabilidad. En el Lager no había espacio para la dignidad. Renunciar a ella era la regla de oro de los que superaban las selecciones. Este principio se cumplía especialmente en el caso de los kapos, que conservaban sus privilegios acreditando su violencia con otros presos.

Lamian Furfa es un estudiante de ingeniería que, sin la experiencia de la deportación, nunca habría cometido un crimen, pero el deseo de preservar su vida le precipitará al ejercicio de la crueldad. Despreocupado de la suerte de su familia, se convertirá en un kapo que golpea brutalmente a sus compañeros o que comercia con la comida para acostarse con las reclusas, antes de que el deterioro se ensañe con sus cuerpos. Sin embargo, el recuerdo de una de esas muchachas le atormenta muchos años después. Ya al final de su vida, emprenderá una búsqueda que insinúa la posibilidad de la redención. Ignora la forma, pero espera que el reencuentro le permita expiar sus crímenes. El instinto se complace con la violencia, pero la conciencia restituye a las víctimas su condición de sujetos. Aunque el otro se convierta en objeto de nuestras fantasías perversas, siempre emerge ese rostro que le devuelve su humanidad, su valor inalienable. Lamian descubre que sin sus semejantes apenas puede considerarse un hombre. Antes de morir, necesita el perdón. Al igual que Raskolnikov, no conocerá la conformidad consigo mismo hasta enfrentarse con el horror de sus actos. La política genocida de Hitler inmoló a judíos, gitanos, disidentes. No es casual. Edmond Jabès ya apuntó que el judío se trasciende a sí mismo. Es algo más que un pueblo. Es un destino, la encarnación del exilio, una peripecia reservada al otro, al diferente, al que se resiste a echar raíces o encuentra sus raíces en un nomadismo interminable. De padres judíos, Lamian recibió el bautismo católico. Jamás se identificó con sus verdaderos orígenes, pero la inminencia de la muerte le obligará a reconciliarse con su linaje, aceptando que el alivio de su conciencia sólo podrá surgir del perdón, una virtud judía gracias a la cual el pasado pierde su aparente irreversibilidad.

El Kapo no es menos esencial que Sin destino o Si esto es un hombre. La escritura de Tisma fluye del corazón de esa Europa que conoce la precariedad de la civilización ante la vehemencia del odio.