Image: Las aventuras prodigiosas

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Novela

Las aventuras prodigiosas

Carlos Semprún Maura

25 noviembre, 2004 01:00

Carlos Semprún Maura. Foto: Antonio Dopacio

Seix Barral. Barcelona, 2004. 327 páginas, 19 euros

Por Las aventuras prodigiosas se suceden las peripecias de unos pocos personajes con quienes Carlos Semprún representa el activismo de la izquierda y el mundillo del teatro no comercial. Todo ello en el París posterior a la gran guerra.

El título irónico de la novela apunta a las muchas cosas que ocurren en ella, dispersas pero vinculadas por medio de dos jóvenes hermanos, exiliados españoles. Uno, Lorenzo, luchador antifranquista y servidor del Partido Comunista, facilita el encuentro del otro, Pepe (o Simón), director de teatro, con un dramaturgo, Boris. A estos se suman un par de mujeres y alguna gente más, y sirven en conjunto para pintar una curiosa estampa de las ilusiones y fracasos de aquella época.

El cuadro, aun teniendo una raíz costumbrista y crítica, produce un efecto desconcertante. Algo así como si mostrase, mediante una fragmentación cubista, planos dispersos de la realidad que no encajasen del todo e impidiesen captar el dibujo total. Sólo bien avanzada la novela se sabe que la impresión es deliberada y se debe a una técnica especial. Un "creador absoluto" confiesa que lo mezcla todo y que el texto es un borrador que no rematará porque existe ya un ensayo de Herbert Lottman sobre la Rive Gauche que habla del mismo asunto. De este modo, la apariencia de imágenes sueltas de un caleidoscopio se revela como una historia trabada con una intención explícita. Dicho narrador interpela al comienzo y al final a Lorenzo para saber qué fue de un disidente húngaro desaparecido. Se ignora qué le ocurrió, pero, como tantos, debió de ser víctima de la intransigencia ideológica y de la traición de sus amigos, que le condenaron "objetivamente" a morir. Este rutinario comportamiento criminal fue también el de Jorge Semprún, según detalla su hermano Carlos.

Así se llega al sentido del cuadro, una doble denuncia. Por una parte, del totalitarismo comunista, y sus variantes; por otra, de la ceguera de los intelectuales de izquierda, de la gauche divine frívola, responsable por complicidad. Se trata de un alegato político en toda regla, que evita el tratamiento discursivo y apela al humor, con una libertad tan grande que algún pasaje recuerda al vodevil.

Sexo, intrigas, vanidades, traiciones, coartadas del sectarismo, intolerancia, mentiras... se acumulan en un relato de fondo implacable bajo un rostro ameno. Un libro revulsivo, cargado de buenas o malas intenciones, según quien lo mire. Merecedor, sin embargo, de reservas verbales no pequeñas: se entiende algún galicismo, pero no pueden aceptarse cierta pobreza léxica, alguna incorrección y coloquialismos que revelan un alejamiento del autor de su lengua materna. Una pena, porque con otro estilo más vigoroso tendría mayor altura literaria ese burlesco revisionismo que hace una parodia cruel y una censura no poco merecida de tiempos bien pasados.