Image: La fiesta del asno

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Novela

La fiesta del asno

Juan Francisco Ferré

9 junio, 2005 02:00

Juan Francisco Ferré. Foto: J.F.F.

Prólogo de Juan Goytisolo. DVD. Barcelona, 2005. 248 páginas, 12 euros

La parábola y la alegoría son procedimientos literarios que tratan de iluminar la realidad corriente de un modo indirecto, fabulando un mundo en el que resulta fácil reconocer el nuestro.

A esta manera de narrar responde La fiesta del asno. Su autor, Juan Francisco Ferré, tiene en la cabeza una imagen global apocalíptica de los tiempos presentes, en ella repiquetan algunos motivos especiales, por ejemplo los nacionalismos, y está dispuesto a denunciar con coraje todas las falsedades contemporáneas. Con estos mimbres prepara un recipiente narrativo poco convencional que merece una entusiasta presentación de Juan Goytisolo. Y es que entre la última etapa del catalán y la novela de Ferré hay gran sintonía. Sobre todo en dos aspectos básicos: la preferencia por un discurso de corte más intelectual que novelesco, y el gusto por una narración antitradicional.

Estos son los grandes rasgos que caracterizan La fiesta del asno, cuya historia se presenta como un manuscrito anónimo redactado en euskera, prohibido en una época remota por su carácter subversivo y rescatado en 2997. No se trata, sin embargo, de un relato de fanta-ficción al uso, pues evita los recursos maravillosos propios de este género, sino de una alegoría visionaria y kafkiana. Esto último queda claro con decir que el protagonista se llama Gorka K., y que una de las secuencias (no muy feliz, por cierto), titulada "La transfiguración", cuenta cómo Gorka se despierta convertido en otro ser, en alguien aprisionado en un uniforme de guardia civil.

Gorka sirve a una misteriosa organización, sufre mil metamorfosis, su sexo parece andrógino, participa en actos terroristas, interviene en sucesos de muy variado pelaje (políticos, institucionales, intimistas...) y se desparrama por espacios variados de una geografía evanescente. El argumento trabado se sustituye por pasajes casi independientes, salvo por la ubicua presencia de Gorka y por una común voluntad satírica. El espíritu revulsivo de Ferré es lo mejor del libro, y alcanza situaciones efectivas por la ingeniosa lucidez de algunos sarcasmos. Sin embargo, por ahora no convierte la idea que mueve su pluma en buena literatura: escribe con mucha palabrería, comete descuidos notables (incesantes adverbios acabados en "mente") y la anécdota resulta fría, falta de verdad humana. Tiene ciertamente cosas buenas: las más destacadas, una imaginería expresionista en la tradición de las pinturas negras goyescas. Pero pesa demasiado el soporte analítico de la denuncia y la inevitable moralina produce fatiga. Merece aplauso esta búsqueda de una escritura personal, aunque su plenitud sólo se conseguirá depurando mucho más los materiales.