Novela

Escenas de la vida burguesa

Joseph Roth

16 noviembre, 2006 01:00

Traducción de Roberto Bravo. Siglo XXI. Madrid, 2006. 137 páginas, 16 euros


Manuscritos inacabados, los dos cuentos que conforman estas Escenas de la vida burguesa, "Perlefter" y "Fresas", están más cerca de la novela breve que del relato. La acumulación de historias banales rehuye la precisión del cuento, donde el desenlace puede quedar abierto, pero nada es innecesario. La prosa de Roth divaga por las vidas de unos personajes incapaces de comprenderse a sí mismos. La descomposición del imperio austrohúngaro preludia la catástrofe moral que significó el fascismo. Al igual que Kafka, Roth anticipa la experiencia del totalitarismo, donde el hombre queda expuesto a la voluntad de un poder que ya no necesita la legitimidad de Dios ni de la Razón.

"Perlefter" es un retrato cómico y despiadado de la burguesía. La avidez de bienes no es menos ridícula que el afán de notoriedad de una clase social, sin otra preocupación que aparecer en las revistas de moda. El espíritu deportivo de los burgueses está muy alejado del sentido del honor de los oficiales napoleónicos o realistas. La guerra se percibe como un juego. Los hijos de Perlefter carecen de inquietudes, sólo aspiran a una posición social. Este cinismo refleja la desesperanza de Roth, que ya no cree en la posibilidad de reformar la sociedad. El narrador es un criado de la familia, que en ningún caso cuestiona su situación. Esa conformidad prefigura la indeterminación del hombre-masa, que contempla la historia con la perspectiva de un naturalista. La identificación de sociedad y naturaleza es la piedra angular del totalitarismo. Las desigualdades son tan necesarias como las especies y nada justifica la alteración de este orden.

"Fresas" es una utopía regresiva. La prosa de Roth refleja los matices del paisaje natural, la nostalgia de lo elemental y de la inmediatez de la infancia. El elogio de la aldea natal (en su correspondencia, se refiere a este texto como "la novela de mi niñez") no se corresponde con experiencias reales. El autor falsifica el pasado y no lo ignora. Los pogromos aparecen en sus recuerdos y el encuentro de un ahorcado desempeña el papel de una terrible intuición. El ahorcado puede ser un judío, pero el judío ya no es el hombre de una comunidad, sino el excluido, el que ha sido segregado y enviado a la muerte. Ser judío no es un destino, sino una manera de estar. Roth no se refiere a la religión, sino a la destrucción del ser humano por las ideologías que se disputan el mundo. Sus fragmentos son iluminaciones que nos recuerdan el poder de la gran literatura.