Novela

Por amor al pueblo

de James Meek

7 diciembre, 2006 01:00

James Meek. Foto: Archivo

Traducción de Luis Murillo Fort. Salamandra. Barcelona, 2006. 416 páginas, 17’50 euros

James Meek (Londres, 1962) ha recuperado un fragmento de su historia para mostrar la impotencia del ser humano ante las perversiones de la política y la religión. La desintegración del despotismo zarista hundirá a Rusia en el caos. Yazik es un pueblo inhóspito en el que se han refugiado los restos de la Legión checa y la secta religiosa Palomas Blancas. Sus seguidores se consideran ángeles. Los genitales son la causa del pecado y la única posibilidad de recuperar la inocencia del Paraíso reside en la castración. Los nativos (tungús) de la taiga contemplan a los extraños con estupor. En vano, sus chamanes intentan restituir el equilibrio entre el Cielo y la Tierra.

La Legión checa es un cuerpo espectral, que, con la desaparición del imperio austro-húngaro, ha quedado fuera de la historia. Su comandante se niega regresar a casa. Es preferible gobernar un pequeño pueblo que regresar a la mediocridad. La aparición de Samarin, revolucionario anarquista fugado de un antiguo penal, rompe la insólita rutina de una comunidad sin futuro. Samarin advierte que le persigue El Mohicano, un peligroso delincuente que ha conseguido sobrevivir en la tundra recurriendo al canibalismo. La trama avanza con un prodigioso sentido del ritmo narrativo. Meek mantiene el suspense, sin renunciar a explorar las catacumbas de la condición humana. La estrafalaria teología de las Palomas Blancas nos confirma que el fanatismo religioso sólo produce infelicidad, pero sería un error contemplar su inmolación como un gesto de irracionalidad. El hombre pretende ir más allá de sí mismo y está dispuesto a destruirse. Los bolcheviques que asaltan Yazik son la otra cara de la utopía teológica, pues el marxismo no es política, sino religión. La desaparición de las clases y la propiedad privada justifican el genocidio de los enemigos del pueblo.

En medio de la violencia, aún hay espacio para el deseo irracional, o para el amor sagrado, con las dosis de horror de las religiones arcaicas. Anna Petrovna es la viuda de un húsar que se entrega a un hombre tras otro. El Mohicano convierte el canibalismo en un acto de amor. Devorar a un semejante sólo es una forma de comunión. Los cristianos se comen el cuerpo de su Redentor y los tungús celebran ritos que evocan un banquete primigenio, cuyo único plato eran los restos de reyes y dioses. Meek infunde verosimilitud al relato con una prosa poderosa, que funde reflexión y observación. Hay algo primordial, mítico, en su estilo, que sin embargo no borra la huella del periodismo, esa prosa fugaz, precisa, con voluntad de testimonio, que se esfuerza en no perder el hilo de lo inmediato. El conocimiento del alma rusa, familiarizada con el dolor y la impotencia, no es menos admirable. Por amor al pueblo es una magnífica novela, con la fuerza de los grandes relatos del XIX, con el escepticismo de la sensibilidad contemporánea, acostumbrada al fracaso de las utopías.