Llaman la atención muchas cosas de esta primera novela de Vanessa Montfort (Barcelona, 1975). Que siendo la autora una mujer de teatro, habiendo estrenado tres obras y dirigido alguna de ellas, haya en estas páginas una vocación tan grande de construcción de una voz eminentemente narrativa, sin concesiones a las escenas muy dialogadas. Que en la búsqueda de esa narratividad haya escogido Montfort un estilo nada fácil, muy deudor de lo poético, que sirve al lector reflexiones muy elaboradas, a veces de un hondo lirismo, acerca del mundo interior y exterior de la protagonista. Que se haya decantado por una historia compleja en todos los aspectos -tratamiento temporal, número de personajes, peripecia…- que quiere ser literaria en el mejor sentido de la palabra. Que convierta el mundo del teatro en parte de una interesante trama novelesca.

A pesar de que en ocasiones el estilo de Montfort pueda llegar a ser algo excesivo, y que tal vez una mayor concisión hubiera mejorado la obra, hay que reconocer que la suya es una prosa que cautiva desde la primera página, ésa en la que la autora sienta las bases de su historia explicando: "Qué es el presente sino el pasado más un día". Pero el tiempo es un engranaje que hacemos andar nosotros, sus habitantes, como deja bien claro la autora cuando dice: "El tiempo se construye a partir de combinaciones de vidas puestas a fuego lento". Y eso es, exactamente, lo que ella hace a lo largo de estas páginas. Servirnos las existencias de unos pocos personajes unidos por vínculos afectivos a los que la protagonista, Eva Alcocer, sirve de nexo común y lanzarlos a la vida alocada de un Madrid contemporáneo en el que, sin embargo, los fantasmas del pasado están tan presentes que a veces muerden. La vida, nos dice esta historia, precisa de ciertos anclajes para encontrar su sentido, ese ingrediente misterioso a que alude el título. En suma, un debú trenzado con muy ambiciosos mimbres, a cuya autora conviene seguir el rastro.