Novela

Cosmofobia

Lucía Etxebarría

3 mayo, 2007 02:00

Destino. Barcelona, 2007. 384 páginas, 20’50euros

Cuando empezó a escribir, Lucía Etxebarria mostró una especial sensibilidad para recrear las formas de vida de hoy. Luego, se ha entregado más a cultivar un personaje público que a trabajar con seriedad la literatura. Pero aquella raíz valiosa de su escritura no ha desaparecido y brota de nuevo en Cosmofobia.

Ya al comienzo del libro se dice que éste es una "historia de historias cruzadas". En efecto, un amplio número de personajes, reales e imaginarios, desfilan por una decena de capítulos bastante independientes. Así se reconstruyen dos ámbitos sociales, un barrio popular del centro urbano y el variopinto circulillo de una efímera modernidad artística. Leves nexos entre los personajes permiten el paso del uno al otro.

El ámbito urbano copa el inicio de la novela y se centra en un sector de nuestra sociedad que apenas merece atención de los escritores a pesar de su gran importancia. La protagonista es esa realidad nueva que gira en torno a los emigrantes, la problemática de su integración y el debate de lo multicultural e intercultural. Etxebarria trae al papel gentes de precario subsistir abrumadas de conflictos y necesidades (mujeres maltratadas que acuden a un grupo de terapia, niños desatendidos a quienes se entretiene en una ludoteca) y que arrastran sueños y quimeras. Un muestrario, en suma, de la barojiana lucha por la vida en un marco de máxima actualidad. El testimonio parte del barrio madrileño de Lavapiés, y plasma un microcosmos marginal y mestizo de familias fracturadas, conflictos culturales y laborales, personas solidarias… En fin, un relato colectivo con voluntad de crónica, repleto de las urgencias del amor y del dinero, de trampas y engaños de la vida, de esperanzas y soledades.

El segundo sector novelesco se vincula con el otro de forma bastante forzada y gira en torno al ambiente almodovariano de la movida madrileña. Desfilan representantes del arte, el cine y la música, se habla de la moda, salen relaciones sexuales muy libres, se frecuentan bares y discotecas… La autora quiere algo así como mostrar la otra cara de la moneda, pero ésta resulta fallida porque la autenticidad del dolor del barrio se reduce aquí a estereotipo sin drama ni verdad.
Este retrato colectivo se desarrolla mediante una construcción fragmentada que ni mucho menos supone ninguna valentía formal ni rompe géneros preestablecidos como presume la autora. Es, simplemente, un enfoque más cerca del reportaje periodístico, casi a veces adaptación de materiales informativos o ensayísticos, que de la recreación propiamente novelesca. Si en ello se echa en falta un mayor vuelo literario, también es verdad que Etxebarria acierta en una parte del libro al trazar una estampa contemporánea interesante e intensa. Es una pena que no la haya ceñido a su núcleo más emocionante, porque hay bastante novela en la novela de Lavapiés, y al alcance de la mano ha tenido el conseguir la colmena, por decirlo con la imagen que consagró Cela, de un barrio actual popular con su palpitación costumbrista y humana.