El lobo cansado
Isaac Montero
24 mayo, 2007 02:00No extraña, pues, que la nueva y densa novela de Isaac Montero, El lobo cansado, gire en torno a una investigación, que la policía y algún juez ocupen un espacio preferencial y, llevando dicho propósito a sus últimas consecuencias, el propio tema sea el de la justicia. El autor descubre la fuente de la anécdota indirectamente en la novela. Surge de un ensayo del italiano Sciascia acerca de un cuento en el que un zapatero ejecuta por su cuenta a quienes burlan la Justicia mediante la riqueza o las influencias. Sobre este tipo inventa Montero su "lobo cansado", un "juez verdugo" que lleva a cabo "ejecuciones compensatorias", aplicándolas también a inocentes.
La novela arranca con un comunicado del "lobo" avisando de una ejecución y se desarrolla mediante una tela de araña donde andan aprisionados los diferentes sujetos de la trama (algunos policías, una periodista, un juez prevaricador y otros personajes). Con este dispositivo, Montero pasa revista a buen número de episodios de la vida actual que valen como manifestaciones de una degradación generalizada. No se trata tanto de anotar sucesos específicos como de mostrar una realidad falsa y sin principios. De hecho, la historia entera viene a ser una parábola de un mundo corrupto marcado por los límites quebradizos entre la verdad y la mentira. Si fuera posible trasmitir la vida desvelada por la novela con una imagen, pensaríamos en el famoso jardín del Bosco, pues algo así de caótica y visionaria resulta la representación del mundo donde todo es engaño que propone esta obra.
Esta imagen de la realidad un tanto expresionista procede de una conciencia crítica bastante amarga cuya singularidad está en su tratamiento y no en el fondo intencional. La historia entera se recrea a través de las declaraciones del policía y cómplice que investiga al "lobo". Los hechos aparecen en un torbellino de idas y venidas, en deliberada mezcolanza, filtrados por la voz versátil del policía, irónica, apasionada, distante… Esa voz, en primera persona entre confesional y argumentativa, se manifiesta con rasgos verbales inconconfundibles: latinismos, inglés "de todo a cien", jerga profesional, arbitrariedades idiomáticas… Con esta prosa quevedesca muestra el autor una creatividad verbal fuera de lo común. Un estilo tan original, sumado al gusto por las alusiones, al meándrico discurrir del narrador y a la indefinición de la certeza o falsedad de los sucesos dan una novela compleja y no poco vanguardista; otra prueba de esa literatura de calidad y siempre atenta a la vida que cultiva Montero con una constancia ejemplar.