Image: Despojos de guerra

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Novela

Despojos de guerra

Ha Jin

19 julio, 2007 02:00

Ha Jin

Traducción de Noemí Sobregués. Tusquets. Barcelona, 2007. 382 páginas. 20 euros

Hace tiempo que conocemos la ruindad de la guerra. Los testimonios de víctimas, periodistas y excombatientes han espantado los mitos. Cuando la violencia sustituye a la razón sólo cabe esperar una avalancha de sufrimiento. En Homenaje a Cataluña, Orwell nos ofrece un elocuente relato del frente aragonés, donde el tedio y la suciedad prevalecen sobre el heroísmo. En Tempestades de acero, Jönger nos ofrece una visión de la Gran Guerra que apenas logra ocultar el protagonismo del hambre, los virus y las ratas. La discrepancia ideológica desaparece en la rutina de las trincheras, donde el enemigo no es la metralla, sino el dolor psíquico y la penuria material.

Despojos de guerra recrea la "guerra desconocida", el conflicto que enfrentó a las dos Coreas entre 1950 y 1953, donde las superpotencias lucharon por imponer sus intereses, consiguiendo tan sólo exacerbar las tensiones de la guerra fría. El protagonista del relato, Yu Yuan, es un oficial chino, que se instruyó bajo el gobierno nacionalista de Chian Kai-shek, pero que aceptó de buen grado el triunfo de los comunistas, confiando en que el cambio pondría fin a la corrupción. Enviado a la guerra de Corea, no tardará en descubrir el horror del campo de batalla. La pérdida de casi todos los hombres de su compañía sólo será el principio de una terrible peripecia, que incluirá el paso por diferentes campos de concentración. Durante su cautiverio, descubrirá el fanatismo de comunistas y nacionalistas. La crueldad de ambos bandos destruirá su confianza en sus semejantes. Sólo la compasión de una doctora norteamericana le hará recobrar la esperanza. Su conocimiento del inglés le permitirá leer la Biblia, pero en sus páginas no hallará a Dios, sino al hombre en su incapacidad de superar la precariedad material y espiritual.

Ha Jin no logra la intensidad de Malraux en La condición humana, tal vez la obra más perfecta sobre los diferentes teatros de la guerra, pero se revela como un excelente escenógrafo, con amplios recursos para mostrar la plasticidad del hombre, tan frágil como feroz en situaciones que desbordan su moralidad. El tatuaje del protagonista, grabado en su estómago por los partidarios de Taiwan, evoca el tatuaje de los deportados a Auschwitz, pero esta vez el tatuaje cambiará de significado, de acuerdo con los vaivenes de Yu Yuan. Ha Jin está lejos de Antelme, que en La especie humana consiguió trasfundir el sufrimiento extremo en literatura, con un estilo de una rara precisión, pero está más cerca de nosotros. Yu Yuan no observa su desgracia con la conciencia de un intelectual, sino con la perspectiva del hombre común, que sufre sucesivos desengaños, pero que conserva la ilusión de recobrar una existencia normal.

Despojos de guerra es una novela clásica, con una narración lineal y un estilo periodístico, poco introspectivo. Aparentemente las palabras se deslizan por los hechos, sin otra preocupación que reflejar su acontecer. Yu Yuan conocerá la guerra, el internamiento, los juicios populares, se le acusará de ser contrarrevolucionario y sobrevivirá a la Revolución Cultural de puro milagro. Abandonado por su prometida, trabajará como maestro de escuela, reconstruirá su vida sentimental y envejecerá en EE.UU. con Los Simpson, celebrando las ocurrencias de Bart.

La novela de Ha Jin está dedicada a su padre, combatiente en la guerra de Corea. No hay que buscar en sus páginas el espíritu de otra cultura. Al igual que Nabokov o Conrad, Ha Jin escribe en un idioma que no es el suyo, pero que le pertenece como autor. Su sensibilidad no se ha asimilado a la nuestra. Simplemente, las diferencias se han disuelto en una identidad planetaria. No hay Oriente ni Occidente. Persiste el Islam, refugio cultural de los pueblos excluidos de la historia y que sin embargo están marcando el rumbo del presente. La modernidad de Ha Jin es la mejor cualidad de esta novela.