El padre de Blancanieves
por Belén Gopegui
13 septiembre, 2007 02:00Belén Gopegui, fotografiada por Sergio Enríquez
Aun a riesgo de que se me malinterprete, me atrevo a decir que si Galdós viviera hoy, escribiría una novela como ésta de Belén Gopegui. Aunque técnica, anécdotas y mensaje serían diferentes, no habría grandes diferencias en el objetivo global. La escritora madrileña, al igual que el canario, procede a una minuciosa y penetrante observación de la vida y la convierte en metáfora de las condiciones generales de una época. Para ello aplica una fuerte y poderosa invención y construye una realidad imaginaria plena capaz de recrear el complicado mundo en el que vivimos. Al afirmar esto, corro nuevo riesgo, el de darle dimensión imaginativa a un tipo de relato generoso en mínimos detalles veristas y que se emplaza en una geografía madrileña concretísima con datos ciertos (la localidad de Parla, rótulos de calles, nombre de un instituto de enseñanza media…).No hay contradicción entre la mirada costumbrista y un planteamiento inventivo. El creador realista trabaja para precisar los detalles de la realidad y les da un sentido con la imaginación moral. Esto hace Gopegui en El padre de Blancanieves. Observa anécdotas concretas y posibles, deduce las consecuencias personales que acarrearían y todo ello, la base cierta y lo que podría ocurrir, se convierte en reflejo del cuerpo social. La novela se insinúa como muestrario de "casos" sobre los que se soporta un sentido general del mundo. En un par de páginas (298-299) se sintetizan media docena de historias de entre un censo de medio millar de situaciones representativas, cada una de las cuales valdría para hacer una novela distinta, pero sólo una se desarrolla con amplitud.
Esta historia refiere un caso probable. Manuela, profesora de instituto, protesta al supermercado por el descuido del repartidor que ha estropeado la compra. El hombre, emigrante ecuatoriano, es despedido y culpabiliza a la mujer. El episodio provoca una grave crisis en Manuela que afecta también al marido y los tres hijos, cuyos comportamientos se van mostrando en fragmentos discontinuos. La militancia de la hija, Susana, en una asociación política da pie a otra línea narrativa, el activismo crítico de este grupo, con nuevos personajes y con la original personificación del mismo grupo dotado de conciencia y voz propia en el relato.
Este es el soporte de una novela que se decanta sin ambigöedades por una concepción de la literatura como medio de análisis e interpretación de la vida y que supone un ejemplo hoy casi único entre nuestra narrativa reciente de arte especulativo. Es un libro de planteamiento comprometido y de militancia progresista, o, dicho sin paños calientes, de expresa ideología izquierdista. Esto no quiere decir que sea sectario en su pensamiento ni que trazos maniqueos estropeen la autenticidad de su mensaje.
Un pensamiento claro sostiene El padre de Blancanieves, aunque sea una novela compleja, como la vida misma. La base última de su inspiración se asienta sobre algo cercano a un alegato de crudo desacuerdo sobre el estado presente del capitalismo. La denuncia no se desarrolla en un relato simplista porque da voz a un buen número de posiciones matizadas que evidencian las múltiples aristas de la sociedad actual. De ahí el acierto de utilizar una técnica perspectivista que abarca desde la narración hasta el dietario. Gopegui practica una auténtica metodología dialéctica, un subterráneo mecanismo de contraposición de tesis y antítesis en el cual elude, sin embargo, la síntesis explícita. Esto lo hace no en virtud de alguna clase de indecisión sino porque un elemento fundamental de su novela radica en propiciar la alerta reflexiva del lector. Sobre la mesa pone las condiciones objetivas-en terminología política- y es el destinatario quien debe juzgar los datos presentados. Al hilo de esta trama general, se muestran numerosas cuestiones de la más viva importancia colectiva, españolas aunque también universales. Y entre ellas, una que viene a resumir el conflicto central de la sociedad que hemos hecho: el papel de la clase media.
La mirada última del libro es bastante negativa al presentar individuos atenazados por las contradicciones de un sistema basado en el abuso (léase, plusvalía) y que parece proporcionar seguridad pero produce dolor o resignación. La alerta de la autora pide la rebeldía, pero este idealismo lo tiñe con el tinte de la utopía. En cualquier caso, ésta es una obra seria e importante que debe leerse porque, además de resultar amena por el interés de la trama que la alimenta, urge a reflexionar sobre la realidad.
La escala de los libros
Hija del científico aeroespacial Luis Ruiz de Gopegui, Belén Gopegui nació en 1963 en Madrid y se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, aunque antes de terminar sus estudios universitarios ya había decidido que quería era ser escritora. Coordinó en el suplemento de libros de "El Sol" ("Aprendí mucho sobre el campo literario con el director del suplemento, el escritor Manuel Longares"), hasta que en 1992 vio la luz su primera novela, La escala de los mapas (Anagrama). Después vendrían Tocarnos la cara (1995), La conquista del aire (1998), Lo real (2001) y El lado frío de la almohada (2004), todas ellas en Anagrama. También ha escrito los guiones de las películas La suerte dormida (2003) de ángeles González Sinde y El principio de Arquímedes (2004) de Gerardo Herrero.