Dientes de leche
Ignacio Martínez de Pisón
17 enero, 2008 01:00Ignacio Martínez de Pisón
Han pasado varios años desde que Martínez de Pisón publicó su última novela, pero en este intermedio apareció su libro -mixto de crónicas y ensayo- Enterrar a los muertos, que explica en buena medida el salto dado por el autor desde obras como Carreteras secundarias o María Bonita a esta compleja y ambiciosa novela que es Dientes de leche, donde la historia de una familia, contemplada a lo largo de tres generaciones, se convierte en un espejo donde se reflejan cincuenta años de vida española. Es como si el autor, bien conocido y estimado justamente por su sensibilidad para construir literariamente el mundo de la infancia y de la adolescencia , hubiera pasado del territorio de la lírica al de la epopeya; como si Pavese se hubiera convertido en Pratolini, pero sin renunciar a todo lo aprendido y practicado antes. Porque lo que en Dientes de leche hay de crónica histórica y social es sólo un fondo sobre el que se proyecta una crónica familiar, una serie de personajes que, de manera involuntaria, representan ideas, actitudes y modos de ser propios de una determinada época histórica. Así, el italiano Raffaele Cameroni, que forma parte de las brigadas italianas que el gobierno fascista de Mussolini envió a España para ayudar a Franco durante la guerra civil, acabará casándose con Isabel, que oculta un pasado de perdedora, con un hermano asesinado y un padre preso y represaliado por el bando vencedor. Sus tres hijos seguirán rumbos diferentes: Rafael acabará distanciándose de la familia y colaborando esporádicamente en los movimientos clandestinos de oposición al régimen; Alberto se hará cargo de la modesta empresa familiar y también de su hermano Paquito, muchacho deficiente sumido para siempre en un orbe mental infantil. Las reuniones familiares de Raffaele -convertido ya en abuelo- con antiguos compañeros de armas que, como él, decidieron quedarse en España, se extinguen poco a poco, así como el intento de incorporar al nieto a las ceremonias conmemorativas. Los dos personajes femeninos mejor trazados -Isabel primero y luego Elisa- son, como las mujeres barojianas, quienes aportan estabilidad y cordura al comportamiento inseguro, cambiante y dubitativo de los varones.El complejo entramado de sucesos que la historia encierra ha exigido del autor una técnica narrativa muy cuidada, con un prólogo, un epílogo y dos extensas partes en las que abundan tanto las elipsis temporales como la alternancia de tiempos distintos de la historia en el relato y también, en algunos casos, de puntos de vista dominantes, a fin de interesar en la misma franja cronológica sucesos acaecidos a personajes diferentes o en lugares distantes. Las acciones, con la excepción de algunos pasajes como el que narra el viaje de Rafael a Italia, transcurren en Zaragoza, que es también la ciudad de la infancia y la adolescencia del autor, y que no está vista como simple marco, sino nítidamente integrada en el relato.
Por otra parte, a Martínez de Pisón no le ha preocupado la exhibición de alardes narrativos. Un narrador omnisciente selecciona y presenta los hechos y da a conocer lo que sucede en el interior de los personajes, a menudo mediante el recurso al estilo indirecto libre, o, como si fuera un narrador decimonónico, irrumpe en el discurso "¿Qué era lo que había sucedido en Italia durante ese verano del 64? Habría que empezar diciendo que las veleidades fascistas de Rafael eran sobre todo decorativas" (pág. 77). Hay algún pasaje de muy dudosa verosimilitud, como las explicaciones de Alberto a Elisa acerca de la sexualidad de Paquito (pág. 219) y, sobre todo, su posterior visita al burdel. Y otras veces sobran explicaciones y se echa de menos el arte de sugerir. Léase el "retrato interior" de Isabel (pág. 127) y, especialmente, el espléndido final de la novela, con la contemplación conmovida de viejas fotografías y el llanto de Alberto y Elisa, cuya causa, que se detalla en las líneas postreras del relato, debería haberse omitido, porque el lector también debe tener su espacio. A pesar de algunas flaquezas así, Dientes de leche es una novela excelente, que corona una trayectoria ascendente en la que sólo faltaba un gran fresco como el que ahora ofrece al lector.
Tres preguntas para Ignacio Martínez de Pisón
l ¿Dónde se encuentran los sueños de José Robles, protagonista de Enterrar a los muertos, con los de Cameroni, héroe de esta novela?
-Robles, republicano asesinado por republicanos, fue un mártir de nada y de nadie. Cameroni es un italiano que viene a España huyendo de la pobreza y que acaba abrazando el fascismo. Los de Robles son sueños que chocan violentamente con la realidad. Cameroni, en cambio, es un superviviente nato.
l ¿Cuáles fueron las principales dificultades a la hora de reconstruir las vidas de los fascistas italianos durante y tras la guerra?
-La mayoría de los italianos que vinieron a pelear en el bando nacional eran hombres de extracción social modesta y después no dejaron por escrito sus experiencias en el frente. Esa falta de documentación la he tenido que contrarrestar acudiendo al trabajo de algunos historiadores
l ¿La corrupción de hoy es nieta del estraperlo?
-La corrupción, llámese estraperlo o como sea, es un mal endémico de la sociedad. De lo que se trata es de activar los mecanismos que permitan perseguirla con presteza y contundencia.