Sicilia, invierno
Ignacio Ferrando
12 junio, 2008 02:00Ignacio Ferrando. Foto: Rodrigo Díaz
Ha sido gratísima sorpresa descubrir a un autor para mí desconocido dueño a la vez de un mundo muy sugerente y de una prosa bien trabajada y expresiva. Me refiero a Ignacio Ferrando (Trubia, Asturias, 1972) y a su conjunto de cuentos Sicilia, invierno. Esta doble plenitud se explica por sus antecedentes: ya ha publicado dos libros de narraciones y ha logrado un buen puñado de fiables premios de narrativa corta.El título procede de su última pieza, un relato autoconfesional que habla de los propios cuentos, pormenoriza sus asuntos y, sobre todo, deja bien clara la vigilancia y el rigor con que el autor construye su visión de la vida. Es éste un agradable rasgo postmoderno de una obra que rezuma clasicismo por todos sus poros. No es fácil resumir en un solo motivo cuál sea esa visión. Pero dentro de una relativa variedad de asuntos (la identidad, la soledad, las relaciones de pareja, el amor, las ilusiones) podría decirse que hay uno seminal: se trata de manifestar el fondo misterioso que se esconde bajo las apariencias y las dudas acerca de la propia consistencia de la mismísima realidad empírica. Uno de los textos habla de Verlaine, y ahí podría estar la fuente de Ferrando, en aquella sospecha del poeta francés expresada en su antología de poetas malditos de que el mundo es un bosque de símbolos. Hay, creo que piensa Ferrando, otros mundos en este mundo.
En ese territorio que desborda lo tangible se interna Ferrando. La personalidad es un tema capital y recurrente que aborda ampliando el esperable motivo cortazariano del doble hasta muy sugestivas dimensiones: el espejo, la sombra, la admiración por el otro, la suplantación de una existencia e incluso la fusión de ambos seres en una única personalidad trastornada. Estos planteamientos llevan al recurso tan inhabitual en nuestras letras de la fanta- sía, que maneja con el peculiar enfoque de poner en extrema cercanía lo fabuloso y lo verista. Por otra parte, contrapesa la tendencia al misticismo, el carácter algo abstracto de las historias y el gusto por lo sugerido y elusivo con una notable intensidad emocional y con notas calculadas de humor, ironía o suspense.
A estas cualidades hay que añadir la virtud más sorprendente y que valoro aquí en mayor grado. Frente a la previsibilidad de las anécdotas de los cuentos contemporáneos, más dados a hacer hincapié antes en la exposición que en la peripecia, Ferrando cuenta historias sumamente singulares. Los acompaña una excelente prosa, de frase amplia y léxico rico, apenas afeada por algún desliz menor, y sembrada de creativas imágenes. Aquí está, sin embargo, el único pero a ponerle: el estilo bordea el virtuosismo expresivo en perjuicio de una escritura más vivaz y espontánea. Todo resulta, pues, magnífico en Sicilia, invierno, salvo este reparo que apunta al riesgo futuro de caer en la tentación de la bella página.