Image: María de las batallas

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Novela

María de las batallas

Alfredo Conde

19 junio, 2008 02:00

Alfredo Conde. Foto: Sandra Ruiz del Árbol

RBA. Barcelona, 2008. 304 páginas, 20 euros

No todo son, por fortuna, templarios enajenados en la rampante novela histórica. Este subgénero sigue preservando su capacidad de indagar creativamente en el pasado y se sobrepone a renovados peligros. Por ejemplo, al fervorín localista de estos días con motivo del centenario de la guerra de la Independencia que lleva a la zaragozana Irisarri a resucitar a Agustina de Aragón en La artillera; o al periodista bailense Andrés Cárdenas a reverdecer en El cántaro roto la proeza de aquella María Bellido que sació la sed de un general inglés con los restos de una vasija destrozada por una bala en la batalla que supuso la primera derrota del ejército imperial. Y otros casos más.

Algo así podría sospecharse del gallego Alfredo Conde (Allariz, Orense, 1945) al rescatar a María Pita, la heroína que frustró el asedio de A Coruña por el pirata Drake a fines del siglo XVI. Da pie a pensarlo el título de la novela, María de las batallas, pero el propio autor le propone al lector que lo cambie si no le contenta. La insólita advertencia tiene su miga, pues, en efecto, no parece el mejor marbete para un libro que sólo en parte se centra en la legendaria mujer. La novela es mucho más que rescate de un símbolo local, y ello lo avisa la anécdota: no aparece hasta transcurridas 200 páginas y su hazaña ocupa apenas una decena. La parentela de María Pita y su entorno, más su carácter, al que debe el impulso que le llevó a plantar cara al corsario, sí son motivo del libro, y aun así, no completo.

En realidad, María de las batallas dibuja la estampa de un tiempo, una tierra y unas gentes y dentro de ella María Pita comparte espacio, aunque destaque, con otros personajes representativos. Tan es así que Conde subraya, repitiéndolo varias veces, respecto del rechazo del inglés, que fueron las mujeres, "todas las mujeres", del barrio bajo coruñés, pesquero y pobre, quienes dieron una lección de coraje y dignidad movidas por los ultrajes y por la rabia del asesinato de sus maridos. Ellas asumieron la responsabilidad que faltó al ejército real y a los acomodados de la Ciudad Alta, que merecen burlescos rejonazos. Novela coral, para Pita se reserva, sin embargo, el gran momento de la obra, la escueta y densa descripción de su enloquecida rebeldía. El autor rehúye el esperable ditirambo patriótico, la explica en términos de determinación psicológica y la inserta en una conjuración de las fuerzas de Eros y Tánatos capaz de proporcionar sentido a la existencia de una persona desesperada.

El propósito de Conde de dar tratamiento personal a la anécdota, evitando la rutina previsible, se comprueba en la red de puntos de vista que producen un relato perspectivista. Tres narraciones diferentes se imbrican. Una corre por cuenta de un compañero de Drake y evoca la trayectoria del pirata desde el momento de su muerte. Otra, a cargo de un narrador omnisciente, refiere los hechos del asalto a la ciudad. La tercera procede de la hija de María Pita, quien ya anciana hace la semblanza moral y social de la heroína y su familia. Los tres puntos de vista complementarios contribuyen a que la estampa local y de época resulte variada y compleja. Se percibe la emoción del autor por su tierra en sus plásticas descripciones ambientales, sin que por ello renuncie a ironías sobre el carácter gallego. Y la época está pintada con colores de sensibilidad social. La suma de buena prosa, escenario histórico curioso, sucesos con su fondo dramático y personajes interesantes dan una obra seria que no desdeña además esa amenidad deseada por el lector mayoritario de novela.