Vacaciones de invierno
J. M. Benítez Ariza
15 mayo, 2009 02:00La novela se atiene a la rutina hospitalaria y ningún hecho excepcional ocurre en ella. La cotidianeidad sólo se altera por pillerías infantiles leves o esporádicos sucesos menores y nada más se anima con algún personaje singular (la anciana empeñada en escaparse). Sin embargo, basta con esa materia anecdótica porque el pequeño mundo del centro sanitario encierra el gran teatro del mundo: a escala liliputiense se reproducen el conjunto de tensiones de la existencia: la diversidad de los caracteres humanos (los antagónicos padres; la inocencia o maldad en la infancia; el vitalismo frente al apocamiento...), la realidad corriente y los sueños, las apariencias y el margen de misterio de la vida, la soledad y la compañía, el despertar del sexo, los instintos...
Estos elementos no ocultan un alcance arquetípico, pero nunca caen en lo abstracto porque el autor sabe darles el punto de verdad corriente. Y, además, porque todo ello se presenta con una pertinente simplicidad, que no pobreza, constructiva y estilística. El relato tiene disposición circular (se cierra al acabar las "vacaciones") y progresa cronológicamente, aunque con incursiones en el pasado. La prosa es clara y sin artificios pero está trabajada con cuidado. Benítez Ariza elige estos limitados medios para hacer su aportación personal a un tema clásico; convierte esas "vacaciones" en jalón destacado del acceso a la madurez del pequeño protagonista.