El nombre no importa
Paula Izquierdo
26 marzo, 2010 01:00Paula Izquierdo. Foto: Alberto Cuéllar
Los duros recuerdos estremecen a Lara en ese tiempo de espera durante el cual se remonta a los orígenes de su trágica existencia situados en la relación de dependencia que estableció con Ene. Este núcleo remoto incluye unos misteriosos sucesos relacionados con el mundo del crimen que funcionan como una subtrama de intriga. A la vez, Lara revive varias peripecias más de las que jalonan una biografía nada común y muy problemática: fue víctima de un maltratador y durante una etapa se abismó en los infiernos autodestructivos del alcohol, el sexo y la droga.
Izquierdo asocia dos motivos en la novela. Por una parte, se asoma a formas de vida actuales ceñidas a círculos acomodados y refleja una sociedad degradada, cruel y materialista marcada por la mentira. Los abundantes datos concretos del escenario, Madrid, apoyan esa intención de estampa crítica de una época contemporánea sin valores. Esta vertiente posee un valor secundario al lado del otro asunto, la exploración un tanto dostoiveskiana de una conciencia traumatizada. La autora asedia los motivos de la culpa, la identidad, la amistad y la formación del carácter.
También trata de los mecanismos de la memoria y de la engañosa percepción de la realidad. Este bucle de asuntos sirve para dibujar un ser humano complejo atenazado por sus errores, solitario y desvalido, pero resuelto a encontrar un destino tras saldar definitivamente todos sus fantasmas. De tal modo, la mirada pesimista y amarga sobre nuestra naturaleza encuentra un contrapeso de esperanza simbolizado en el traslado de la chica a la costa, en la purificadora proximidad de la naturaleza.
La autora parte de una idea buena, en general, y se aprecia su voluntad de materializarla con cierta exigencia. A tal fin distribuye la anécdota en secuencias cortas que se corresponden con las horas del día y va superponiendo en ellas el agobiante desfile de los recuerdos, ameniza el relato con el diario de la mujer y conjuga el discurso racional con lo onírico y visionario.
Pero a esa idea le falta un argumento más sólido y concreto. Decepciona el planteamiento de dejar en el aire la historia de suspense, que resulta más confusa que sugeridora. Mayor debilidad muestra el estilo.. Tiende a la palabrería, cae en tópicos y tiene numerosos descuidos, impropiedades e incorrecciones (muy llamativas éstas en la inadecuada correlación de los tiempos verbales y en el mal uso del imperfecto de subjuntivo). La anemia argumental y la torpeza expresiva anulan el atractivo de una indagación psicológica desgarrada.