Image: Vitrina pintoresca

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Novela

Vitrina pintoresca

Pío Baroja

18 junio, 2010 02:00

Pío Baroja. Foto: Archivo

Ediciones 98. Madrid, 2010. 352 páginas, 19'95 euros


Sigue siendo Baroja (San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) uno de nuestros escritores clásicos de más sostenido interés para el público común. Pocos como él conservan tan atractiva frescura. Por eso tiene una permanente actualidad editorial que afecta a la continuada reedición de sus grandes obras y propicia el rescate de títulos menores como Vitrina pintoresca. Este libro circunstancial, aparecido en 1935, era accesible en las dos series de Obras completas, pero no tuvo ninguna otra salida suelta, quizás por su valor limitado. De hecho, se corresponde con una larga fase final de Baroja falta de grandes aportaciones. El propio don Pío subraya en el prólogo a la "vitrina" que a esas alturas de su vida y obra no ve "la posibilidad de llevar otro camino que el ya andado". Y es que, en efecto, rebasados los 60 años, y aunque mantuvo stajanovista laboriosidad, ya habían quedado firmemente establecidas sus líneas estéticas y de pensamiento. Aún escribiría una decena de novelas, más sus dilatadas memorias, pero casi todo lo había dicho ya. Por eso, en esa larga época terminal, hasta su muerte en 1956, cultivó sin cautelas el corta y pega, como diríamos hoy, y preparó títulos con escritos sueltos. A esta clase pertenece Vitrina pintoresca, reunión de 40 artículos publicados en el periódico Ahora desde 1932 y hasta 1934, según informa Juan Carlos Ara en las Completas dirigidas por José-Carlos Mainer.

Vitrina pintoresca es un libro heterogéneo, aunque articulado en torno a la devoción barojiana por lo característico. De alguna manera, la obra enlaza con los conjuntos de estampas del costumbrismo romántico. Lo revelan varios de los tipos que abren el volumen: charlatanes, verdugos, mendigos, gitanos... Lo confirman glosas ligeras de motivos folklóricos adobadas con notas eruditas (la noche de San Juan) y bocetos con el temblor de un paisaje o con la sensibilidad social hacia las afueras urbanas. Figuran también comentarios histórico-antropológicos (sobre el gusto popular por los espectáculos sangrientos) y apuntes incisivos y polémicos acerca de personales obsesiones (judíos, jesuitas y masones).

Las especiales dotes barojianas de observador perspicaz y su rabiosa independencia modernizan esta base romántica. La actitud barojiana de siempre, expresar lo que piensa con la mayor libertad y aun con un punto de desafío, se junta en este libro con un rasgo distintivo: la melancolía matiza el desagrado por lo nuevo (el "reinado de la pacotilla" y el olvido de elementos nacionales característicos) y convierte el rechazo en nostalgia y elegía de una época que tenía su atractivo. Siente Baroja vivamente la pérdida de "carácter" de los tiempos modernos. En eso, creo, seguimos y ello confiere actualidad de fondo a esta miscelánea del ayer pintoresco.