Image: La piel afilada

Image: La piel afilada

Novela

La piel afilada

Josan Hatero

9 julio, 2010 02:00

Josan Hatero. Foto: Santi Cogolludo

Alfaguara, 2010. 204 páginas, 18 euros


Este original libro de Josan Hatero (Barcelona, 1970) confirma la existencia en la última prosa narrativa española de una fuerte tendencia a desentenderse de los códigos narrativos tradicionales. Este fenómeno curioso afecta a un nutrido número de escritores, muy diversos entre sí, y plantea el interrogante de si estamos viviendo una primavera tardía de respuesta al monopolio del best seller. Tal vez sea eso, y habría que celebrarlo, o tal vez una estrategia de las editoriales que, en momentos de crisis, buscan nichos de mercado dando a luz esos productos que en otras circunstancias dormirían el sueño de los justos.

Como sea, La piel afilada manifiesta una obvia voluntad antitradicional desde su misma concepción genérica. Puede ser una novela de hilo anecdótico fragmentado o sucesión de estampas encadenadas o un relato perspectivista en torno a cierto aspecto de la condición humana. En cualquier caso, se trata de una obra personal sin género definido. No se trata de un experimentalismo iconoclasta sino de un vanguardismo comedidamente innovador que se permite incorporar viñetas e ilustraciones a las narraciones (notables dibujos de Montse Bernal), un modo de establecer un chispeante coloquio entre texto e imagen, pero otras veces pura materia ornamental. Todo ello, estructura y aparato gráfico, responde a un criterio primordial: el feliz ejercicio de la libertad de escritura.

Esta idea seminal de libertad la acota, sin embargo, el propio Hatero en el subtítulo: Un bestiario de amantes. A su aire, eso sí, la obra se inspira en los antiguos repertorios de animales exóticos y con un incisivo juego aplica esa condición de seres misteriosos a la extraña fauna humana. El criterio de selección del autor busca lo peculiar y a la vez típico y establece un divertido censo de amantes. Amantes hermafroditas, "quintaesencia de la pareja platónica"; funambulistas, que "se encaraman al vértigo por que no conocen otra forma de amar"; bartlebys, que, "aun poseyendo la capacidad de amar, prefieren no hacerlo"; o sus contrarios, los sin remedio, que "preferirían no amar, pero no pueden evitarlo"; amantes boomerang, que, "por lejos que los arrojes, siempre vuelven a ti"; santos, que "entienden el sexo como una devota penitencia"; amantes bengala, "nocturnos, fugaces y urgentes". Y así hasta 88 especies dentro un bullicioso zoo.

La ironía, el sarcasmo, la hipérbole, a veces la greguería sirven para caracterizar este bestiario que desprende visiones desenfadadas y no poco punzantes del mundo pasional. El ingenio, la observación perspicaz crítica o escéptica y el hallazgo verbal abundan. El inconveniente de una nómina tan larga es lo que tiene de competición de ingenio y resulta algo cansina; la abundancia de apuntes termina por anular el efecto sorpresa básico en la ideación del libro.

El bestiario se convierte en un auténtico "ars amandi" en asociación con el otro bloque del libro, 20 sintéticas confesiones acerca de la experiencia personal de la pareja. A instancias del recopilador, los personajes le refieren su visión del amor. Las confesiones junto al bestiario encierran una mirada inquietante sobre el amor y los instintos que trasciende la apariencia global de algo leve o superficial. Este modo templado de tratar graves asuntos, a mil leguas del desgarro dostoievskiano, encierra el secreto de una meritoria contribución literaria: Josan Hatero consigue un triste libro divertido.