Image: Sospecha

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Novela

Sospecha

José Ángel Mañas

26 noviembre, 2010 01:00

José Ángel Mañas. Foto: Óscar Monzón

Destino. Barcelona, 2010. 422 páginas, 18'75 euros


Tuvo José Ángel Mañas (Madrid, 1971) buen debut con Historias del Kronen, una primera novela escrita desde la proximidad vivencial a su materia, el desaliento de una juventud hundida en el alcohol, la droga y el sexo. La obra logró bastante repercusión mediática que asimiló mal un joven veinteañero cuya trayectoria siguiente desmintió lo que había en ella de intuición narrativa valiosa, e incluso cayó con Soy un escritor frustrado en la penosa defensa de autor herido. Sospecha da una imagen diferente de Mañas, la del narrador que ha convertido la escritura en profesión y cuenta con habilidad, pero a la vez con escaso aliento creativo.

Sospecha pertenece al ya fatigoso género policiaco, alentado por las editoriales en la búsqueda del éxito comercial tras el triunfo de varios novelistas extranjeros y de alguno español. El aliciente de una intriga seductora y el añadido de un testimonio social más o menos crítico se ha establecido como esquema narrativo al que puede exprimírsele mucho jugo, y por ahí encamina su novela Mañas. El libro es grueso y da para que ocurran bastantes cosas, para que la trama se encamine primero y muy abiertamente en una dirección (hasta la cubierta señala que el policía Duarte es el principal sospechoso del asesinato de una boticaria), y luego se reoriente en varios sentidos. En suma, crimen horrible, presunto culpable, trampantojos y desenlace inesperado.

El escenario de la acción es madrileño y reciente. El crimen tiene lugar en Sagrario, imaginaria población cercana a la capital surgida al calor del boom inmobiliario, y se extiende por varios lugares de la provincia. Un puntillismo en la notación de datos reales (cárceles, bares) proporciona veracidad local. Diversas noticias (referencias políticas concretas) avalan la actualidad del episodio. Además de otros policías de diversos cuerpos, dos compañeros veteranos, Duarte, el sospechoso, y su compañero Pacheco, centran la trama. De ambos se hace un retrato familiar que apela a situaciones personales representativas de los tiempos modernos; uno arrastra una tormentosa historia homosexual y a su cargo corre un hermano con graves problemas mentales; el otro lleva una mentirosa vida familiar, que justifica como resultado de unos impulsos sexuales incontrolables a los que da como explicación el determinismo hereditario.

La investigación criminal sirve en alguna medida como testimonio de una marginalidad social (tráfico de drogas, prostitución) y, sobre todo, deriva en una doble dirección. Por un lado, Sospecha da amplias pinceladas sobre la propia policía y el sistema judicial. Por otro, tiene una vertiente muy psicologista, referida tanto a los desequilibrios emocionales de los dos personajes principales como al análisis de la quiebra de la confianza entre colegas.

La peripecia global está bien urdida; todo lo que ocurre tiene interés y es pertinente, salvo algún relleno; el conjunto de personajes se pinta con trazos satisfactorios, aunque se abuse algo de los estereotipos (el comisario estricto, el juez puntilloso, el abogado pijo), y el desarrollo de la peripecia mantiene la atención con una intriga que encadena sucesivas sorpresas con eficacia y naturalidad.

Sospecha resulta entretenida, pero una novela es algo más que contar sucesos atractivos correctamente trabados. El gran déficit del libro se halla en el lenguaje. La arbitrariedad marca la ocurrente transcripción de ciertos nombres y siglas con todas sus letras (Bemeuve, emetreinta, Peyó: Peugeot). Hay imprecisiones o errores gramaticales de bulto. Y la prosa resulta de una excesiva chatura funcional.