Mis seres queridos
J. Aparicio-Belmonte
17 diciembre, 2010 01:00J. Aparicio-Belmonte. Foto: Carlos Espeso
Esta es a grandes rasgos la historia que Juan Aparicio-Belmonte (Londres, 1971) cuenta en Mis seres queridos. La reconstruye el hijastro de Abraham a partir de un momento casi final, el día en que descubrió al padrastro y a Carlota, a la que ha convertido en amante y de quien el chico también anda locamente enamorado, del todo desnudos en un ascensor detenido entre dos plantas. Medio centenar de capitulillos muy breves, a modo de ágiles estampas y dinámicas secuencias, llenan la estrafalaria línea principal con otros divertidos materiales que abarcan desde ocurrentes situaciones hasta disparatados personajes. A esa pequeña y loca almendra anecdótica se agregan un puñado de peripecias simpáticas, hijas de una inventiva feliz y libres de coartadas, pero verosímiles. Todo en la vida de los personajes es un revoltijo de relaciones raras, mezcladas con intereses bastardos, traumas, picardías materiales y pasiones dañinas. Los propios personajes andan por la vida con sus excentricidades a cuestas, el primero el psiquiatra, avaro que cobra los servicios que no presta, a quien vemos recoger del suelo los billetes que le lanza el paciente, y que compensa su soledad con arranques de donjuanismo patético.
Sorpresas, equívocos y disparates alimentan una fábula jocosa aunque muy intencionada. Carece la novela de explícita voluntad moral o social, y, sin embargo, no por ello deja de trasmitir una imagen inquietante de nuestro tiempo. Por una parte, del asunto al que apunta el título, las relaciones familiares. Por otra, del medio en que éstas se desarrollan, una sociedad bastante desquiciada. En ninguno de los dos casos se permite el autor la moralización, ni pretende adoctrinar al lector sobre el aspecto caótico y desarticulado que ofrece la realidad presente. Las anécdotas discurren con el impasible fatalismo de los hechos rutinarios, en su pura materialidad de episodios reveladores de un cierto tipo de vida.
Aparicio-Belmonte muestra una gran capacidad para un registro poco habitual en nuestras letras, el relato articulado como comedia. A este planteamiento le resulta del todo adecuado el estilo, una conjunción de frase corta y directa en el narrador y de diálogo vivaz, expeditivo, de gran tino en la reproducción de lo coloquial, sin caer en el reduccionismo de identificar la lengua conversacional con los vulgarismos.
El humor franco, la ironía y la distorsión figuran en el ADN literario del autor. Aunque la ligereza de su escritura tenga alguna relación con el vago concepto de postmodernismo, Aparicio logra una novela personal cuya singularidad radica en expresar un compromiso moral y una valoración crítica del mundo con tonos sencillos, sin énfasis ni declaraciones ideológicas. Con Mis seres queridos, Aparicio-Belmonte amplía un proyecto literario original y muy interesante en el cual compagina modernidad, amenidad y un serio fondo intencional, y que le coloca en un lugar destacado de nuestra reciente novelística.